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Arturo Pérez-Reverte además de escritor y académico, siempre ha sido un polemista. Discute de historia, se queja de que tomen el Holocausto de Auschwitz con frivolidad literaria, sacude a un funcionario de prisiones por devolverle la carta a un preso y, en genérico, siempre ... ha sido de la opinión de que los políticos son bastante iletrados y poco de fiar. Han sido sonadas sus enganchadas con Pablo Iglesias o Pablo Echenique. Pero con la última jugada de Sánchez para lograr la investidura, se ha puesto la coraza de los Tercios, peto y espaldera, langostera y botas, con sombrero de ala ancha y plumas carmesí para sacudir al inquilino de la Moncloa.
Hombre de letras pero también de figón y estocada se fue a 'El hormiguero' y ante la mirada ojiplática de Pablo Motos soltó con media sonrisa: «Sánchez es un asesino que vende a su madre por el poder, pero entrega la tuya». Pérez-Reverte ha sido periodista de otras guerras y escritor de aventuras, pero su especialidad nunca había sido la política en carne viva. Siempre ha sido un Maverick. Un inconformista. Alguien que va a su aire. Pero, ¿qué está pasando para que el académico entre en la pelea nacional con espada y pica? ¿Para que un espacio de televisión generalista de entretenimiento y humor blanco como 'El hormiguero' se esté convirtiendo en un Ateneo del pueblo televidente?
Ahora la gente, incluso la que no consume ese tipo de programas, anda atenta para enterarse de lo que se cuecen con los invitados de la mesa de Motos donde vuelan los zascas para ministros, vicepresidentas y los poderosos del régimen. Por ahí desfilan y se mezclan ilustres socialistas de ácido clorhídrico como Alfonso Guerra, con Pardos, Nurias y Tamaras, aunque no precisamente para repetir los argumentos de Moncloa. Se ha convertido en un espacio fuera de control del poder. Y no sería relevante si no fuera porque goza de una audiencia que, por volumen y transversalidad social y política, tiene un peso importante en la conformación de la opinión pública.
Hasta ahora solo la izquierda 'progre' había entendido la importancia de colocar el mensaje en el humor, el entretenimiento, el cine, el monólogo, el corazón y todos los soportes posibles. Porque las piedras de molino entran más fácilmente si van recubiertas de humor o frivolidad. La paradoja es que la lógica aconsejaría a Sánchez que su libro se lo presentase un académico y escritor como Arturo. Pues ha preferido a Jorge Javier el de 'Sálvame'. Él también sabe que un minuto de entretenimiento tiene más influencia que una docena de sesudos artículos de firmas académicas.
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