El Mundial de fútbol femenino ha desbordado todas las previsiones mediáticas. Deportivas, por supuesto, aunque también sociológicas y políticas. Pero dejando aparte los acontecimientos más trascendentales se ha podido observar que la adicción al tatuaje en el fútbol masculino también se ha emulado en el ... femenino. Lo que no hace más que confirmar que el llamado narcisismo de masas se está haciendo cada vez más popular y se extiende como una manía global.

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Las futbolistas, al igual que sus colegas masculinos, se han hecho adictas al marcador social de moda. Olga Carmona, la capitana de la selección, lucía un tatuaje con el símbolo del infinito que comparte con su madre. Y Jennifer Hermoso ha exhibido durante el campeonato uno de sus brazos prácticamente cubierto de tatuajes. Según uno de los pocos estudios sociológicos realizados sobre la irresistible ascensión del grabado corporal, entre las motivaciones que llevan a cada vez más individuos a practicarlo, está la del recuerdo de una persona querida. El otro gran argumento es expresar un sentimiento de pertenencia a una idea, a una ética, o a una filosofía de la vida. De hecho hay una coincidencia, casual, o no, del auge del 'tatoo' con la descristianización social; aunque haya un porcentaje de personas que se graban iconografía religiosa en su cuerpo.

Sin embargo, según el estudio sociológico publicado por el Pew Resecher Center, no existe una relación entre la adición al tatuaje y la adscripción a partidos de izquierda o derecha. Lo que detectan los especialistas en esta potente tendencia social es que dentro del narcisismo de masas hay un poderoso impulso de la promoción del Yo. Una necesidad de distinguirse del grupo. Y los porcentajes de esta práctica varían muy poco entre blancos, negros o hispanos, como se ha constatado en los sondeos en EE UU. En los colectivos donde el porcentaje de adictos al tatuaje destaca sobre el resto es en LGTB (51%). También es un fenómeno generacional porque la práctica más intensa se da entre 30 y 46 años (46% ) y la menor en más de 65 años (13%) en lo que se refiere a EE UU.

Históricamente se dice que en el Imperio Romano y también entre los griegos y posteriormente Carlomagno, el tatuaje estaba prohibido con el fin de luchar contra el tribalismo. Y, de hecho, aunque ahora se relacione el grabado personal con la necesidad de autodistinguirse como individuos, hay un elemento de grupo, de cohesión tribal, de fondo. Pero toda esta metafísica no se corresponde con una estética que cada vez es más caótica en la que la afición se acaba convirtiendo en obsesión y brazos, cuellos, piernas, acumulan tal cantidad de grabados que es imposible distinguir en ellos ningún mensaje.

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