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Como todo cinéfilo y lector de Truman Capote sabe, la famosa joyería Tiffany's está en la Quinta Avenida, muy cerca del mítico hotel Plaza y del comienzo de Central Park. Ante su estiloso escaparate desayunaba Holly Golightly (Audrey Hepburn) su café con un cruasán ... y soñaba despierta. Lo que no sabía (yo) es que poco antes de la joyería, en el mismo lado de la avenida, se alza la opulenta, enorme y hortera Torre Trump, erigida a imagen y semejanza de su grotesco dueño. Como a mi hija le va lo friki, igual que a su padre, entramos a hociquear un poco. Para mí, ver a unos patriotas con las gorras rojas arrobados ante una línea de banderas coronadas con flechas de latón dorado y pamplinas similares fue más que suficiente. Fuera de la torre, un tipo con traje como el de Donald, máscara de su careto y pelucón imitaba al prócer. Nos quedó la duda de si era alguien contratado por el circo Trump, un detractor o el propio Trump. Fantaseé con que una fanática seguidora, con pinta de paleta, fuera a desayunar cada día a la entrada de la torre un gigantesco granizado hiperglucémico y un dónut del tamaño de un neumático de camión.
La probabilidad de que un criminal convicto como Trump (no hace falta especificar el resto de sus valores) pueda volver a ser presidente de los Estados Unidos demuestra que el gran país padece serios problemas, también mentales. En cualquier otra sociedad que no estuviera enferma, Kamala Harris (o cualquiera) ganaría de largo a semejante candidato. Además de no ser Trump, Harris tiene a su favor la larga experiencia como fiscal (dijo que conoce perfectamente a los tipos como Donald), ser la vicepresidenta y una sonrisa inmejorable (qué importante es una buena sonrisa, como sabe por ejemplo Tom Cruise) a tono con su presencia. Según Pedro Learreta, parece una cantante de soul. Confío en que la lógica y la cordura se impongan y Kamala Harris sea la primera mujer presidente de Estados Unidos.
Después de que a Donald estuvieran a punto de volarle el cabezón de un disparo, se mostró con un parche en la oreja, donde le había rozado la bala. Días después, en una convención republicana, sus adeptos lucían idénticos parches. Imagino que también la que va a desayunar a la puerta de la torre y el tipo disfrazado llevan ahora los mismos parches.
Me he fracturado el hombro derecho y no puedo manejar el ordenador. En concreto el cuello del húmero, que suena como a bárbaro antiguo o a 'redneck' del Knockemstiff de Donald Ray Pollock. Así que esta columna la ha escrito al dictado mi querida hija María. No se ha limitado a seguir mis palabras y la ha mejorado.
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