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'Cuentos breves y extraordinarios' es una antología seleccionada por Borges y Bioy Casares. Lo tengo en una modesta edición argentina de Losada que está desvencijada de puro vieja y releída. Uno de los cuentos cortísimos, que los bromistas compiladores adjudican al experto en la ... China decimonónica Herbert Allen Giles, y que me hace mucha gracia, refiere que la bella Hsi Shih frunció el entrecejo. Y que una aldeana feísima que la vio decidió imitarla y ensayó el gesto muchas veces a escondidas. Cuando por fin se decidió a mostrar en público su fruncimiento, los ricos se encerraron en sus casas y los pobres cargaron con sus familias y emigraron a otras tierras.
Me acordé de esta divertida ocurrencia por la torva mirada que me dedicó un sujeto hace no mucho. El motivo es irrelevante y no viene al caso. Lo que me interesó fue la calidad de la hostil mirada: sostenida, fija, entre la agresividad y el asco, realzado el conjunto con un truculento ademán en la cara poco agraciada del mirador, que no se parecía precisamente a Brad Pitt. Y desde luego potenciada la fuerza del miramiento por el silencio mutuo; no habría sido lo mismo con palabras. El vigor expresivo del cine mudo.
Esa es la clase de fea mirada más canónica: a los ojos, directa, franca, desafiante, sin matices; el Rolls-Royce de las miradas putrefactas. Pero las hay de otros tipos y todas tienen su particular encanto. Es moneda corriente la opuesta hasta el grado de la inexistencia, la negación de la mirada. En ese caso, quien te quiere mostrar su desdén mira hacia otro lado para esquivarte, pero el quid despreciativo está en hacerlo de modo ostensible, no te vayas a pensar que es porque no te ha visto. Me sorprendió una variación con que me obsequiaron, esta no debida al desdén beligerante sino de otro tipo, el de la mala educación. Me presentaron a un prócer, pero al darme la mano miró y se dirigió a otra persona.
Luego está la hosca mirada de desconfianza. La suelen practicar personas inseguras, a la defensiva, que temen el engaño o la burla porque se saben poco espabiladas. Resulta rara la modalidad de mirada nihilista o zombi, que es cuando con quien te cruzas mira a través de ti, quizá porque está tan anulado que no es capaz de mirar de otro modo o es que no mira. Sucede diferente con las personas antipáticas, que incluso te saludan, pero miran mal. Es su manera de ir por la vida, nada personal, o sí, pero ontológico. A Wyoming, su padre le dio un sabio consejo. «Hijo, con la cantidad de malas ideas que tienes en esa cabeza tan grande, por lo menos sé siempre simpático. Quien cae bien, prospera».
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