Antropofagia
No es lo mismo comer de un cadáver que matar a una persona para comérsela
Juan Bas
Viernes, 15 de diciembre 2023, 00:27
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Juan Bas
Viernes, 15 de diciembre 2023, 00:27
He tenido la oportunidad de ver antes de su estreno 'La sociedad de la nieve', la película de J. A. Bayona que ha recibido un montón de nominaciones para los Goya. Me ha parecido de muy buena factura formal (el accidente del avión es impactante), ... demasiado larga y con poca fuerza. Pero si me refiero a la película es por la historia basada en hechos reales de que trata, la que se conoció como la tragedia de los Andes. Fue en 1972. Un equipo de rugby uruguayo, en vuelo a Santiago de Chile, se estrelló en un glaciar en plenos Andes.
Los supervivientes, una vez agotadas las escasas provisiones, tuvieron que alimentarse de los cuerpos de los muertos (bien conservados por las bajísimas temperaturas) para no perecer de inanición. Algunos no superaron el escrúpulo moral o la repugnancia a comer carne humana y sucumbieron. Tras el rescate, se debatió si los que habían recurrido a la antropofagia, único medio para evitar la muerte, habían hecho lo correcto. En la película, con guion inspirado en la novela del mismo título de Pablo Vierci, son buenos los momentos en que los que saben que están próximos a morir dicen a los compañeros que les dan permiso para disponer de sus cuerpos.
No es lo mismo comer de un cadáver que matar a una persona para comérsela. Durante la Segunda Guerra Mundial, en el prolongado sitio de Leningrado (San Petersburgo), ciudad a la que Hitler pretendió rendir por hambre, la población llegó al canibalismo de ambas modalidades. También se practica la antropofagia por ritual, para demostrar valor o para absorber la fuerza del enemigo. Se afirma que el dictador de Uganda Idi Amin Dada se comió los corazones de sus víctimas en más de una ocasión.
Luego están los caníbales por psicopatía. Andréi Chikatilo, el carnicero de Rostov, mezclaba sexo y antropofagia en orgías necrófilas con los cuerpos de sus asesinados. Y la variante de canibalismo más peculiar, la del que voluntariamente se ofrece como pitanza y el que lo acepta; una especie de relación sadomasoquista extrema y desde luego irrepetible. En 2004 conmocionó el caso de Armin Meiwes, el caníbal de Rotemburgo, que mató y devoró a Bernd Jürgen Brandes con el consentimiento de este. La víctima quería morir devorado y a eso fue a la cita; solo sacó billete de ida. Meiwes le cercenó el pene y, mientras Brandes se desangraba, intentaron comérselo juntos. El detalle de humor muy negro, en una historia de horror como esta, es que rustieron el pene en la barbacoa, pero el miembro cavernoso estaba duro y era incomible. Meiwes descuartizó después el cuerpo de Brandes y se lo papeó en sucesivas cenas.
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