Dos jóvenes, dos formas de encarar la vida
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El Papa beatificó el día 10 al joven italiano Carlo AcutisSe trata de un presunto islamista de dieciocho años al que la policía francesa mató a tiros, después de que el 'angelito' degollara, cortándole la cabeza el muy bestia, a un profesor que en su instituto, y ante chavales y chavalas de unos trece años, ... había mostrado en clase unas caricaturas de Mahoma, al parecer para que comprendieran gráficamente de qué va eso de la libertad de expresión. Yo no sé el nombre de este sujeto, ni me importa.
Sí sé el nombre del otro joven de mi historia. Se trata de Carlo Acutis, un chaval italiano beatificado el pasado 10 de octubre por el Papa Francisco, después de comprobar uno de los milagros que se le atribuyen, la curación de un niño brasileño que padecía un cáncer de páncreas. No hace falta ser un especialista para saber que con el páncreas, pocas bromas. Carlo Acutis fue un adolescente que murió de leucemia cuando tenía quince años. Era un chaval muy aficionado a los videojuegos, al fútbol y, también y por encima de todo, a la eucaristía. Esto ha generado en todo el mundo, sobre todo entre los jóvenes, una gran perplejidad y un gran interés. Cuando le diagnosticaron la leucemia, el mocete no se vino abajo. Al contrario, a partir de ese momento duro y cruel adoptó la decisión de ofrecer su vida a Dios, por la Iglesia y por los chavales de su edad.
Y no se lo pierdan. Los padres de Carlo no eran especialmente «fervorosos». Más bien corrientitos. Su madre confesó que solamente había ido a misa antes de tener a Carlos, en su Primera Comunión, en su Confirmación y el día de su boda. Así que se dio el caso curioso de ser el niño Carlo el que llevó a sus padres a la fe, no al revés. Defensor de sus compañeros que en el colegio sufrían algún tipo de acoso, se hizo muy amigo de los menos capacitados y de los menos populares entre los coleguillas.
Cómo sería la preocupación por sus amigos que diseñó y creó una página web con el único fin de ayudar y animar. Nunca echó sermones –no era su papel–; se limitó a alegrar desde su fe la vida de los chavales en esa etapa de la vida tan descompuesta que es la adolescencia.
El Papa Francisco llegó a decir de Carlo «que sabía muy bien que los mecanismos de la comunicación, de las redes sociales, pueden ser utilizados para volvernos seres adormecidos, dependientes del consumo y de las novedades que podemos comprar, obsesionados por el tiempo libre, encerrados en la negatividad. Pero él fue capaz de usar las nuevas técnicas de comunicación para transmitir el Evangelio, para comunicar valores, para comunicar belleza».
Se atribuye a este muchacho una frase muy ingeniosa que él trató de hacer realidad en su vida y que da mucho que pensar: «Todos nacen como originales, pero muchos mueren como fotocopias».
Proponía a sus colegas para que no les pasara eso adoptar como brújula en la vida la Palabra de Dios, el Evangelio, con el que nos hemos de ir identificando continuamente y sin desanimarnos. Y añadía más –recuerden que se trata de un chaval normal y corriente, con mucha fe y mucha determinación de ser mejor cada día–: «Para lograr esa meta tan alta que lleva a vivir felices y contentos, es necesario echar de mano de unos medios imprescindibles: los sacramentos y la oración». Y destacaba la eucaristía como la autopista que conduce al cielo con total seguridad.
Si hubiera sido yo, cura, el autor de esas frases, la gente podría decir con razón: «¿Qué va a decir un cura más que eso?», pero que lo diga un chaval vestido de chándal y metido en la informática hasta las cejas, tiene su aquel.
Termino con una frase que a los que hemos pasado por un trance nos puede marcar muy en serio. Es de Carlo Acutis, con sus quince años, no mía: «Estoy contento de morir porque he vivido mi vida sin malgastar ni un solo minuto de ella en cosas que no le gustan a Dios». ¡Ahí queda eso!
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