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Con el título no me refiero a la película de Hitchcock 'El hombre que sabía demasiado', interpretada por James Stewart y Doris Day, sino a ... una frase de mi amigo de infancia Heriberto Castañeda, a quien todos llamábamos el Gordo Berto. Hoy en día Heriberto hubiera sido un niño más bien delgado, aunque de complexión fuerte, pero en aquella infancia de posguerra inacabable, en que los niños éramos ligeros, como liebres, y estrechos, como hojas –el azúcar no formaba parte de la dieta y las carreras por los andurriales del río eran constantes–, le llamábamos el Gordo porque, además de pesar un par de kilos más que los demás, se quedaba retrasado subiendo las cuestas y siempre decía: «No corráis que es peor». Ni que decir tiene que los niños de entonces no caminábamos, íbamos corriendo a todas partes, aunque guiásemos la redoncha, aro metálico de bocoys y cubetas, con la manilla de hierro; pero a lo que iba, el Gordo Berto había heredado de su tío Inocente el afán por decir sentencias, no siempre apropiadas ni venidas a cuento. Como ejemplo, aquella mañana de chuzos y carámbanos de hielo en los tejados, después de ver a Felisín haciendo gestos graciosos, subido en el agua helada de una comporta, Berto quiso imitarlo, sin calcular que su peso era mayor y el hielo no resistiría, y quedó sumergido hasta el cuello con el borrador de los libros y el tanquecillo de beber la leche, que mandaron los americanos con el plan, junto al queso y la mantequilla salada, en la vieja comporta de vendimiar. Mientras temblaba, de susto y frío, dijo: «Sacadme rápido, que no tengo resuello y es mentira lo de Arquímedes». Aquel día el Gordo llegó tarde a la escuela, lloroso y con los papos colorados.

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larioja Sabía demasiado