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Llamó mucho la atención la reverencia, incluso cogiendo las manos del reverenciado, aunque no se las besó, que hizo el presidente Sánchez al príncipe heredero ... saudí, siendo objeto de comparaciones y múltiples comentarios. Más aún después de que el PSOE criticara al rey Juan Carlos por reunirse con el mismo príncipe, críticas también recibidas por Macron y otros dirigentes que, en su momento, se reunieron con Bin Salmán. El DRAE define reverencia como señal de «respeto o veneración que tiene alguien hacia otra persona»; y ofrece como sinónimos sumisión, respeto, veneración, devoción y acatamiento. No sabemos en cuál de estas voces encaja el gesto de nuestro presidente –que lo es, aunque a muchos no guste– con el príncipe heredero de Arabia Saudí, Bin Salman. Puede que Sánchez sienta veneración por el príncipe o puede que no y el gesto sea un mero acto protocolario, pero ha sido muy comentado.
La reverencia es un gesto que se ha tenido con los grandes dignatarios desde siempre. No hace falta llegar a los antiguos imperios, en los que la reverencia era obligada e, incluso, llegaba a la postración en el suelo ante la presencia del emperador, rey, faraón, etcétera, para comprobar que la reverencia se generalizó en todos los lugares como forma de respeto a la dignidad del cargo. ¿Por qué, entonces, ha llamado tanto la atención el gesto de nuestro presidente con el príncipe árabe? Dando por sentado que la reverencia es al cargo, no a la persona, hay circunstancias, tanto temporales como de oportunidad, que inciden en la importancia del hecho: el gesto tiene lugar durante la guerra de Gaza, en un momento de gran tensión árabe-israelí, lo cual pudiera indicar una alineación, para muchos no demasiado conveniente, en una política exterior que ya lleva tiempo escasa de transparencia: Sáhara, Marruecos..., alentada por las recientes críticas, que algunos medios tildan de amenazas, de Sánchez al presidente israelí, Netanyahu. Por otro lado, la izquierda radical suele tener a gala, en muchos casos, no hacer reverencia a monarcas, supongo que por un deje de republicanismo –el mismo presidente Sánchez hay veces que las ha hecho, a nuestro rey Felipe VI, y veces que no; incluso en alguna ocasión, tal vez por despiste, no le ha cedido la preferencia y ha incumplido el protocolo–.
Todo lo anterior no deja de ser anécdota y, menos aún, no vamos a dar pábulo a los que dicen que nuestro presidente se comporta mejor con los seguidores del profeta que con los cristianos: ¡puras habladurías! Y servilismo con el mundo musulmán... tampoco. Otra cosa sería si se hubiese arrodillado y besado las manos de un alto dignatario árabe o alauí, pero no lo ha hecho, que sepamos. Todavía.
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