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Aunque algo sabía sobre 'La Ilíada', pero no demasiado porque los libros de aquellos primeros cursos de bachillerato no daban muchos detalles, la primera vez ... que tropecé con la hermosa epopeya homérica fue en el Teatro Moderno de Logroño. Fue un jueves invernal de mis escasos once años –entonces los jueves por la tarde no había clases, ya que sí la teníamos todo el sábado y no se conocía eso del fin de semana–, en que la lluvia fría impidió el habitual partido de fútbol, segundo contra tercero, muy esperado porque se jugaba con camisetas de futbolistas, o el paseo por la orilla del Ebro, hasta la desembocadura del Iregua; así que el padre escolapio encargado del internado decidió llevarnos al cine.
Tal vez fuese la tarde lluviosa de aquel invierno, quizá la seducción de las fotografías que mostraban, tras el cristal colgante de las columnas de Portales, escenas de las películas programadas por los seis u ocho cines logroñeses, o puede que las aventuras de la guerra troyana ejerciesen gran atracción, pero el cine Moderno estaba lleno y tuve que ver mi primera guerra de Troya sentado en las escaleras del último gallinero del teatro. No recuerdo demasiado de aquella película de Robert Wise, aunque la he vuelto a ver alguna que otra vez; apenas que Stanley Baker hacía del poderoso Aquiles y que una jovencísima y muy bella Brigitte Bardot tenía un papel secundario. Sí recuerdo que no me importó nada estar sentado en aquellas escalerillas, cerca del cielo, ni que la cabeza de mi amigo Ezquerro me negase un trozo de pantalla, pues la magia de ver ante mis ojos a Príamo y Menelao, a Helena de Troya y Aquiles, el de los pies ligeros, y tantos otros héroes de la antigüedad, envolvía escenario, patio de butacas y gallineros y me transportaba a otros mundos y a otros seres, que sólo habitaban en las páginas blancas de los libros y que nos mostraba el milagro del cinematógrafo.
Cuando recuerdo al invencible Aquiles luchando con Héctor y matándolo, me vienen a la memoria las palabras que le dijo el príncipe de Troya en su agonía: «Paris y Apolo te matarán», aunque no sé si son dichas en la película o las he leído en algún relato homérico; y la escena imborrable de Paris, no sé si encomendado o no al dios Apolo, lanzando su flecha envenenada hacia el talón del imponente y casi indestructible Aquiles.
Sí, 'La Ilíada'es más que un libro, es más que una historia; es una epopeya que se gesta y nace en los albores de nuestra cultura, esa cultura clásica que, en los tiempos que corren, parece encaminada hacia la nada más absoluta. Como el inactivo Teatro Moderno, donde ahora los jóvenes comen hamburguesas. ¡Es el desamor que pasa!
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