Puede parecer un sinsentido, pero es más frecuente de lo que parece que las personas hablen con sus perros; no sé si también hay quien hable con otros animales, supongo que sí, que algunos hablarán con sus gatos, sus pájaros o, incluso, con sus ratones, ... pero yo sólo he visto a personas hablando con perros. Muchas veces he visto a sus dueños dar órdenes a los canes, especialmente a cazadores y paseantes, pero mantener una conversación con el animal no lo he observado a menudo, aunque sí alguna vez. El otro atardecer, paseaba por el parque del Carmen y, en un lugar discreto, pero no demasiado, escuché la conversación de un maduro ciudadano con su perro, al que llevaba, como es menester, al final de su correa. El hombre mostraba sus quejas porque el perro no quería hacer sus necesidades y le decía con tono entre sugerencia y amenaza: «Tú verás, bonito –aunque no sé si hacía referencia al adjetivo o Bonito era el nombre del perro–, a mí me da igual, pero, si no lo haces, nos vamos a casa y ya no te vuelvo a bajar, tú verás qué te conviene, tú sabrás…». El perro seguía husmeando, a lo suyo, y el hombre parecía molesto porque no obtenía respuesta e insistía en su reflexión: «No digas nada, si no quieres, es asunto tuyo, pero ya sabes lo que hay: nos vamos a casa y no te vuelvo a bajar. Tú sabrás lo que te interesa, a mí plin y no digo nada más…», pero seguía diciendo y continuaba con su perorata. Yo, intrigado por el resultado de la conversación, detuve mi camino, mientras el hombre intentaba convencer al can, pero el perro, testarrón él, se negaba a obedecer y, lo que es peor, a contestar a su amo –hay perros que no tienen consideración; qué le hubiese costado dar una explicación a su dueño: «No tengo ganas, espera un poco más, es cuestión de un ratito»…–. Entonces comenzó a caer una fina llovizna y me fui a mi casa, por lo que no sé cómo acabó la curiosa conversación, aunque hasta ese momento era monólogo, entre el hombre y su perro.
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Reflexionando sobre aquella charla hombre-perro, pensé que haría falta un psicólogo para que explicara las claves de la conversación, aunque no tengo claro si el psicólogo habría de ser de personas o canino, pues he leído en algún sitio que también hay especialistas en analizar conductas animales; lo que no sé es cómo se entenderán estos psicólogos con los perros, pero esa es otra historia que merecería una columna de alguien más versado que yo en lenguajes perrunos.
¡Ah, se me olvidaba! Yo también mantengo conversaciones con mi perro. Con mis gallinas, mis conejos o mis codornices, que son animales torpes de entendederas, no, pero con mi perro sí. Claro que el mío, llamado Ladrador, es muy inteligente y siempre contesta a mis preguntas. Con ladridos.
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