Secciones
Servicios
Destacamos
Todos sabemos lo difícil que resulta poner de acuerdo a gobernantes y opositores para aprobar leyes y decretos; y mucho más difícil que lo hagan ... para reformar la Constitución, que parece casi intocable, aunque haya unos cuantos artículos que se deberían modificar. Por eso llama mucho la atención que lo hayan conseguido, ¡por fin! Pudiera pensarse que han acordado algún gran tema de Estado, de los muchos que deberían: plan sanitario nacional, modelo educativo que dure unos cuantos años, política exterior..., pero, ¡quiá!, han decidido modificar un artículo de nuestra Carta Magna para cambiar la palabra 'disminuido' por 'con discapacidad', que vienen a designar lo mismo, aunque creen falsamente que una es políticamente más correcta que la otra. Tengo la sensación de que hemos entrado en una dinámica en la que importa más la apariencia que el fondo de las cuestiones, la corrección política más que el contenido. Vayamos al ejemplo de las palabras de marras: cuando yo era niño, si llegaba el infortunio de tener un hijo con problemas cerebrales, se decía: «Han tenido un hijo tonto». Como el calificativo 'tonto' tenía, también, carácter de insulto, se decidió, no con mal criterio, cambiarla por 'subnormal', que entonces no tenía carga negativa, sólo indicaba que algo estaba por debajo de lo normal. Pronto esta nueva palabra pareció ofensiva y se sustituyó por 'disminuido', que ahora en la Constitución se cambia por «con discapacidad», que al parecer de nuestros próceres es más correcta.
Me temo que la política se mueve, en estas cuestiones, con bastante retraso respecto a la enseñanza infantil, en la que ya hace tiempo que se considera 'discapacitado' como palabra que puede herir sensibilidades, por lo que se decidió sustituirla por 'con capacidades especiales', aunque pronto se pensó que eso de 'especial' podría resultar ofensivo –hay quien hila con finura de seda–, por lo que la nueva tendencia es decir 'con otras capacidades'. Aunque me temo que enseguida no gustará eso de 'otras', con lo que creen borrar cualquier atisbo de señalamiento. Y así me imagino que se seguirá cambiando muchas veces, porque lo que carga de negatividad, el nombre que se le quiera dar, no es la palabra, que es neutra, casi aséptica, sino el hecho, el infortunio de que alguien nazca con problemas cerebrales. No es la palabra la que maltrata, es el hecho desafortunado y triste el que carga de negatividad a la palabra. Lo importante no es la palabra que se use –da lo mismo disminuido que discapacitado–, sino la mirada de quien observa a las personas que han sufrido ese infortunio, que no siempre es tan limpia como debería ser.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Recomendaciones para ti
Destacados
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.