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Las tractoradas, que cortan las carreteras de media Europa, están poniendo de relieve las diferencias entre los agricultores y la política agraria de la Unión ... Europea que, en el fondo, no es otra cosa que la diferente mirada que tienen sobre el campo quienes viven en él y de él y los que lo observan desde la ciudad. Llama mucho la atención que ante las peticiones de los agricultores –rebaja de las exigencias de la PAC, menos burocracia, fin de la competencia desleal desde otros países, cumplimiento de la Ley de Cadena Alimentaria, mantenimiento de la rebaja de impuestos del gasóleo agrícola...– la presidenta de la Comisión Europea haya pedido retirar la propuesta para reducir a la mitad el uso de pesticidas. Esto me recuerda la coplilla que cantábamos de niños, cuando cencerreábamos por los andurriales del pueblo: «Como sé que te gustan las avellanas, / por debajo la puerta te echo un ladrillo, / y tu madre, de rabia, mató a la perra / y, por eso, le llaman la santa Pesebre...». No es nuevo, pero sí preocupante, la influencia de los pesticidas en el campo, la polémica con los famosos glifosatos. Sólo hay que darse un paseo por nuestros pueblos para observar que las pocas aves que quedan están en los patios de las casas y en los ríos; el campo, que antes era un concierto de cantos de pájaros, parece un camposanto, por su sepulcral silencio. En mi infancia, íbamos a aprendernos nidos a las fincas más lejanas, mientras que ahora hay que buscarlos en los jardines del pueblo, en las orillas del río y en alguna viña ecológica.
Si a la Comisión no se le ocurre otra cosa que retirar la propuesta de ir suprimiendo los pesticidas peligrosos, mejor que se dediquen a otra cosa. A mí, que no soy un experto, se me ocurre una idea mucho mejor: si está comprobado que al agricultor se le paga por sus productos, en muchos casos, el diez o el veinte por ciento del precio final con que ese producto llega al consumidor, no sería un atropello a la lógica aumentar su porcentaje, que no tiene por qué repercutir en el cliente que va a hacer la compra sino en otros eslabones de la cadena alimentaria que suelen llevarse, para asombro de todos, la parte del león y que hacen la pascua a productores y consumidores. Así todos ganaríamos: los agricultores, viendo mejorados sus ingresos, y los compradores, que hartos equilibrios tienen que hacer para llegar a fin de mes. Y los pájaros, que no tienen culpa de nada. En cualquier caso, sería conveniente que quienes sean responsables de asuntos agrarios procedieran del campo, porque su mirada a los problemas no sería tan teórica y tan alejada de la realidad. Ojalá el ministro de sanidad fuera un médico, el de justicia un abogado, el de vivienda un arquitecto, el que presida gobiernos un funcionario de alto nivel... y el que ha de decidir sobre el campo sepa de qué va eso. Sí, es una quimera, pero nos iría mejor.
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