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Mi amigo Norberto, al que todos llamamos Berti, apodado 'Manos negras', aunque el tiempo, con su goma inclemente e indestructible, va borrando los restos de ... su apodo, es un hombre singular, llano e inteligente, pero singular. Desde niño tenía propensión a poner en práctica ideas disparatadas: meter al gato del alcalde en un saco de yute y cantar la coplilla «Ya está el gato en la talega, qué brincos pega, qué saltos da…»; atar una rabistaca de latas a la cola de Licores, el perro manforita de Tomasete, y soltarle delante de los matracantes del Viernes Santo; o pintarse la cara y las manos de negro con restos de raíces secas, usadas por los adolescentes para fumar, y decir que era el rey Baltasar, aunque esta última ocurrencia le costó su apodo y cuatro sarmentazos de su abuela Agripina, en las pantorrillas, cuando lo vio tiznado de negro, antes de meterlo en el barreñón con la pastilla de jabón Lagarto. Con el tiempo, Berti suavizó sus impulsos disparatados, pero no perdió su carácter ocurrente, especializándose en recitar coplas romeras y en componer relatos costumbristas locales, de gran éxito entre los paisanos.
Lo que no me esperaba es que el otro día, mientras hacíamos a unas rajas de chorizo como disculpa para probar el tinto del 22, que Berti y su hermano Colás crían en la cueva del cortado del río, nos dijera con ademán solemne, que en él indica determinación, que estaba completando un ensayo sobre la relación unidireccional –usó esa exacta palabra– entre sexo y corrupción política. Y aclaró inmediatamente que la flecha direccional no era solamente entre prostitución y corrupción, aunque ésta era más intensa y clara, sino que tenía mayor amplitud y alcanzaba al sexo obsceno, entendido éste no como pago directo por acto sexual sino como intercambio beneficioso para las dos partes, que no es lo mismo que prostitución, aunque se le parece mucho; pero no entremos en detalles porque hay muchas formas de prostituirse, no sólo sexual, más extendidas de lo que parece y que no vienen al caso. Y, ante nuestra sorpresa, Berti se extendió en complicadas explicaciones teóricas, antes de descender a distintos ejemplos de los últimos casos que han comenzado con sexo obsceno, con o sin prostitución declarada, y han acabado en corrupción política, que no es necesario recordar porque están en la mente de todos. La tesis de su curiosa teoría es que, cuando aparece el sexo obsceno en la política, suele acabar en un caso de corrupción.
La verdad es que lo tenía muy meditado y dejó en todos nosotros una duda más que razonable; ya he dicho que mi amigo Berti, apodado 'Manos negras', aunque la clepsidra implacable del tiempo va llenando de agua las letras de su apodo, es un hombre singular. Llano e inteligente, pero singular.
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