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Mientras esperamos el comienzo de una ofensiva ucraniana que recupere el territorio invadido por Rusia, la batalla geopolítica global cada vez vincula más lo que sucede en Ucrania con los interrogantes en torno a Taiwán. La Administración Biden ha hecho posible que los ucranianos resistan ... la agresión de Moscú. Una vez más en nuestra historia continental, sin la intervención norteamericana no hubiera sido posible frenar a un dictador revanchista que desprecia las normas internacionales. Estados Unidos, sin embargo, está volcado en competir con China y prorrogar su hegemonía global.
Al régimen de Pekín no le interesa entrar en conflicto con EE UU. Pero cada vez tiene más problemas domésticos, desde los resultados de la desastrosa política de 'covid cero' a su menor crecimiento económico. Xi Jinping es un líder más asertivo y nacionalista que sus antecesores y puede utilizar la confrontación con un enemigo externo para sumar una legitimación adicional. Ha aumentado la presión sobre la isla de Taiwán, una democracia con una economía pujante que desafía el modelo comunista chino y un país estratégico por su influencia decisiva en la industria de semiconductores. En EE UU, republicanos y demócratas están unidos en la necesidad de frenar el ascenso chino, en especial en el ámbito de la seguridad y la defensa, incluido la tecnología digital y sus posibles usos militares.
Washington no valora como antes la interdependencia económica y la existencia de un mercado global. Piensa que China se ha aprovechado de la globalización para proyectar su poder, sin cumplir además las reglas del juego del comercio, respetar los derechos de las personas en el ámbito digital o hacer suficiente en la lucha contra la emergencia climática. Los norteamericanos reclaman a los europeos que la alianza transatlántica actúe también con eficacia en el Pacífico y nos recuerdan que el apoyo en Ucrania no es gratis. Necesitan aliados para contener a China, más allá de Australia y Japón.
Europa está dividida al respecto. Emmanuel Macron prefiere tomar distancia de EE UU para sentir por un momento que es un nuevo De Gaulle. El Gobierno alemán compra cada vez más material militar norteamericano y valora enormemente la relación especial Berlín-Washington, que ha sustituido a la que tenían los primos anglosajones durante la Guerra Fría. EE UU aceptó en 1972 el principio de una sola China, pero también Mao afirmó entonces que tardaría cien años en quedarse con la isla. La nueva era de las grandes rivalidades ya no tiene en cuenta las negociaciones que aportaron estabilidad y prosperidad al mundo. Los europeos debemos decidir cómo y con quién defendemos nuestros valores e intereses.
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