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La invasión de Ucrania, aún de incierto desenlace, es el primer conflicto de una nueva era geopolítica. Algunos califican esta etapa como la de las grandes rivalidades, por la división del mundo en dos bloques enfrentados, el occidental y el chino-ruso. Otros prefieren referirse ... al advenimiento de un mundo multipolar y, de este modo, no dejar fuera a las potencias regionales. Tal vez la característica principal de esta época es que la seguridad nacional, y no la prosperidad global, se convierte en el principal asunto en la agenda de los gobiernos. Los europeos estamos mal preparados para actuar en este entorno y tenemos mucho que perder con el proceso de desglobalización en marcha. Seguimos siendo muy dependientes de Estados Unidos en cuestiones de seguridad y defensa. Además, Washington ha virado hacia un mayor nacionalismo, abraza el proteccionismo económico y pone toda su atención en la competencia con China. Necesita que seamos sus aliados en el Pacífico, en justa reciprocidad por el compromiso de Washington a la hora de frenar a Vladímir Putin, sin el cual la agresión no se habría frenado. La Administración Biden no solo exige a los europeos un aumento sostenido del presupuestario en defensa. Va más allá: subraya que en el futuro la protección de la seguridad nacional llevará a la disminución de la prosperidad económica. Jake Sullivan, el más influyente asesor del presidente Joe Biden, estima que «compartir estas cargas, también en el terreno económico, es el concepto fundamental para que las alianzas funcionen».
La doctrina que ha formulado señala que China se ha aprovechado de la liberalización global del comercio y utiliza las enormes interdependencias con su mercado para extender su influencia, sin respetar realmente las reglas de juego. La propuesta norteamericana es rediseñar las cadenas de suministro desde la lógica de la seguridad y avanzar hacia una reindustralización. Un repliegue nacional, en definitiva, para hacer que los riesgos disminuyan y ralentizar el ascenso del rival asiático. Si Donald Trump gana las elecciones de 2024, los europeos nos encontraremos en una situación todavía peor, por el carácter impredecible del magnate neoyorquino y su antipatía demostrada hacia la Unión Europea. A cambio, conserva una extraña fascinación por los llamados hombres fuertes, como Putin o Xi Jinping. No es imposible que el expresidente, a pesar de las imputaciones judiciales, consiga volver a la Casa Blanca. Europa se juega su futuro fuera de sus fronteras y queda poco tiempo para saber si será capaz de transformase en un actor eficaz. El reto no es solo aprender el lenguaje del poder, sino emplearlo para defender principios y valores.
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