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En esta vida a la vez narcotizada y atiborrada de estímulos casi siempre decepcionantes, ¿quién no busca el shock, el shot de adrenalina, la sorpresa, ... la emoción inesperada? Acaso paradójicamente, eso puede encontrarse en el ayer, en el recuerdo, en el pasado solo a medias conocido.
Hoy es el último día que se expone en el Ayuntamiento de Logroño la muestra 'Casas y calles' (organiza Casa de la Imagen), que reúne fotografías de la ciudad desde 1864 hasta hace bien poco, muchas de ellas con una calidad visual que ni sus autores pudieron imaginar del todo. El repertorio da, claro que sí, para pensar quiénes somos, quiénes hemos sido y qué 'hemos' hecho con (o a) nuestra ciudad.
Pero en un ámbito más íntimo, ¿cuál es la sensación que nos produce la contemplación de lugares de nuestro pasado? ¿Son recuerdos? No exactamente. ¿Es solo reconocer aquello que veíamos hace veinte, treinta, cincuenta años y dar paso a la evocación? Creo que es más complejo. Surge también una nostalgia por tiempos y lugares que no conocimos: algo extraño nos atraviesa al ver cómo eran plazas, calles y edificios antes de que los conociéramos, cuando teníamos cinco o seis años o ni siquiera habíamos nacido. Es un vértigo desconcertante: por un instante se prolonga nuestra experiencia, parece que nos asomamos a la época de nuestros padres o nuestros abuelos cuando tenían las edades que nosotros hemos tenido, 'vivimos' fugaz e imaginariamente esos momentos.
Se trata de un vértigo simétrico, de un gozo paralelo, al que nos producen algunas imágenes generadas por inteligencia artificial. Estos días hemos podido ver la última novedad: Sora, que crea, por ahora, breves vídeos. La herramienta no se ha puesto aún a disposición del público en general, pero entre el puñado de ejemplos que demuestran lo variado de las posibilidades, uno es la reproducción de un poblado de cuando la fiebre del oro en la California de mediados del XIX (coloreado y a vista de dron volante).
Las primeras imágenes en movimiento filmadas fueron la salida de los obreros de la fábrica de los hermanos Lumière: seguramente, sin que acabe este primer cuarto del siglo XXI, será fácil generar unos segundos a partir de prompts o descripciones como, yo qué sé: «salida del público del cine Olympia de Logroño a mediados de los años 50; atardecer; nublado; entre la muchedumbre de todas las edades se ve durante unos segundos a (insertar nombre de la abuela) con 30 años, del brazo de (insertar nombre)».
Hace ya bastante que las ficciones (y la neuropsicología) nos enseñaron que construimos nuestros recuerdos 'naturales' mediante mecanismos en los que intervienen materiales y emociones no del todo controlados: a partir de ahora podremos confundirlos con otros fabricados con mucha mayor consciencia y deliberación.
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