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A quién no le gusta sacar un buen ejemplo del mundo antiguo para aplicarlo al presente, reflexionar con solemnidad sobre lo sabios que eran los ... griegos o los romanos, comprobar lo poco que ha cambiado el ser humano en dos mil años y lamentarse alegremente del estado actual de las cosas (las que sean)? Abandonémonos, pues, una vez más, a ese ejercicio. Esta vez no acudiremos a los romanos del Imperio, tan manoseados para extraer enseñanzas que casi siempre respaldan posturas conservadoras o reaccionarias, sino al mundo griego. Tampoco nos zambulliremos en textos de graves filósofos: vayamos por el contrario a la esfera del humor más auténticamente humorístico, la del chiste absurdo. Anécdotas graciosas, ocurrencias y juegos de palabras los hay a montones desperdigados por obras diversas, claro, pero los azares de la transmisión de los textos nos han hecho llegar además una colección única de doscientos y pico chistes, en la que hay material compilado desde el siglo IV d. C. en adelante. Tiene el obvio título de lo que en castellano sería algo así como «El chistoso» (en griego «Philogelos», literalmente «el aficionado a la risa» o «el que gusta de reír»), y en ella encontramos chistes que nadie diría que tienen tanta edad.

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