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Desde hace ya décadas, la noción cada vez menos fantástica de una 'inteligencia artificial', albergada en máquinas de seco silicio en vez de en cerebros ... de húmedas neuronas, ha servido de frontón contra el que golpear unos cuantos de nuestros miedos. Por quedarnos en el cine: el terror al apocalipsis nuclear que devasta el planeta (Juegos de Guerra, los interminables Terminator...), la desazón sospechosa de habitar una falsa realidad fabricada por las famosas elites que nos engañan (Matrix y secuelas) o la simple y embellecida aprensión a no poder salir del desamor humano y melancólico (Her).
Aunque seguramente no haya que alarmarse por la irrupción de esta novedad más que por tantas otras habidas o por haber, tampoco es de extrañar, al menos, algo de vértigo: justo ayer, pidiéndole al amigo ChatGPT que redactara una «columna periodística sarcástica sobre la inteligencia artificial», resulta que se le ocurrían cosas tan graciosas, desde las primeras líneas, como que la Inteligencia Artificial (él prefiere poner mayúsculas) sería «esa maravillosa creación que nos promete un futuro brillante donde nuestras tostadoras pueden charlar con nosotros sobre el clima y nuestros refrigeradores pueden sugerirnos dietas mientras nos miran con juicio». La frase está un poco teñida de tolerable anglicismo: es lo que pasa a veces cuando el que escribe está acostumbrado a leer tanto en ese idioma.
Pero es que luego, reconduciendo la conversación hacia un tono más serio y al sacarle el tema, ¡va y me dice que «no existe un término comúnmente aceptado como 'inteligencia natural'»! Eso sí: concedía que 'inteligencia natural' «podría interpretarse como la inteligencia innata o inherente a los seres vivos, que les permite adaptarse y sobrevivir en su entorno de manera instintiva».
Las conversaciones entre inteligencias naturales están plagadas de obstáculos, de barreras que al mismo tiempo que entorpecen el milagro de la comunicación nos sirven de defensa: anticipamos acelerada y equivocadamente lo que el otro quiere decir, suspendemos sin darnos cuenta o muy adrede la atención que prestamos, entendemos lo que nos conviene, etc.
Ya lo dice ChatGPT: se trata de «adaptarse y sobrevivir» al entorno. Es lo que habrá que hacer de manera más habitual estos próximos meses: aplicar la inteligencia natural de la atención selectiva y la interpretación ingeniosa al asomarnos a un panorama político en el que nos van a caer elecciones vascas, europeas y catalanas y en el que la escena parlamentaria va a estar, por no buscar otro término, tirando a animada.
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