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Decía el siempre socorrido Borges, una de las veces que llevaba razón, que «escasas disciplinas habrá de mayor interés que la etimología». Sin embargo, explicaba ... poco después, «de nada o de muy poco nos servirá para la aclaración de un concepto el origen de una palabra». Ejercicio ocioso y encantador, pues, el de la indagación y el paseo etimológicos: ¿cuándo mejor, entonces, para ponerse a ello que tan cerca de la mitad de agosto, el momento más vacacional del año?
'Vacaciones' es un sustantivo un poco raro, por usarse casi solo en plural (como 'bártulos', 'honorarios', 'víveres'), accidente léxico que parece esconder que no queremos reducir las vacaciones a una unidad, que las imaginamos como una materia incontable. Su origen está en el verbo latino vacare, que querría decir «estar vacío, libre, desocupado, desierto, vacante», y que tiene la misma raíz que 'vacío', 'vacuo' o 'vago'.
Nada que ver, sin embargo, el 'vago' haragán y perezoso, el de la vagancia, con el 'vago' impreciso e indeterminado, el de la vaguedad: el primero es el de las vacaciones, el segundo proviene de 'vagar' ('andar por varias partes sin determinación a sitio o lugar, o sin especial detención en ninguno', dice el DRAE). Curiosamente nuestros hábitos modernos han aproximado en la práctica lo que también ha aproximado la evolución de la lengua, y nuestro tiempo de holganza lo dedicamos a menudo a vagabundear sin determinación.
Dos curiosidades más: 'vagón' y 'vagoneta' proceden de una raíz germánica que quiere decir 'transportar', y 'vaca', el animal, comparte origen con 'vagido' (por lo de mugir y eso: vaca sería algo así como 'mugidora').
Lo del inglés es más grave. En el holiday(s) de la lengua del imperio resuena claramente para sus hablantes el adjetivo holy ('sagrado', 'santo', que compartiría origen con whole 'entero, completo' por la vía de que lo santo es algo 'sin daño' o 'sin defecto' por ser, de algún modo, intocable). En el término que los anglófonos usan para vacaciones, pues, aún se oyen los tiempos en los que no había más festividades que las religiosas.
¿A dónde ir a parar con todo esto? A poco más que a que el cráneo de quien esto escribe está más vacacional de lo habitual, como para ponerse a opinar sobre Gaza, Ucrania, Illa, las olas de calor, la viruela del mono, los apartamentos turísticos o las fiestas del pueblo (el propio, quien lo tenga, o el del veraneo, quien pueda). Pero en septiembre, cuando ya haya entrado el otoño, como decían Tip y Coll, hablaremos del gobierno (del que sea).
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