Secciones
Servicios
Destacamos
A cuento del debate aquel sobre los límites del humor que quedó medio agotado allá por la lejana prepandemia, alguien sacaba a relucir estos días ... en una red social (no recuerdo cuál), con toda razón, el asunto de los límites del drama. De qué podemos reírnos y de qué no es algo a lo que le hemos dado sus vueltas (y seguiremos dándoselas), pero de qué podemos hacer drama y de qué no, y cuánto drama empieza a ser demasiado, es perdiz menos mareada.
Me da la sensación de que están muy cerca los lugares desde los que se rechazan unos y otros límites: quienes se quejan de unas restricciones al humor que consideran puritanas (ahora no puede reírse uno de nada, ya saben) son los mismos que se abandonan al drama sin fronteras (no hay valores, se rompen los países, nos quitan los toros...). Son resortes parecidos, que saltan ante la identidad atacada: uno de los peores dramas es no saber quién se es, y eso creen sentir que les pasa quienes dramatizan alegremente cuando parece que pierden vigencia los símbolos y las costumbres de siempre entre los que tan cómodamente se vive.
Se queda corto para llegar a drama, sin embargo, el minicisma de las monjas de Belorado. Performance en la que a primera vista no se sabe muy bien qué papel interpreta cada cual, contiene todos los ingredientes para el esperpento, astracanada u ópera bufa: obispo sedicente de andar por casa y ascendencia palmariana, exbarman coadjutor que pasaba por allí, abadesa más lista de lo que aparenta, coro de clarisas tocadas, sonrientes y virtuosas de la trufa. Detrás de los quince minutos de fama, lo habitual: disputas económicas que atraen a oportunistas, pero rodeadas de palabras como 'excomunión', 'monasterio' o 'arzobispo', que todavía oímos con una extraña fascinación por lo que es a la vez arcano y exótico.
Las últimas semanas se escucha también con constancia atronadora un empeño en limitar la dimensión del drama de Gaza: se regatean macabramente las cifras de muertos y la cantidad de niños que hay entre ellos, se discute sobre si es 'genocidio' o no, se alude a un ranking de conflictos en el que este no quedaría tan arriba, se banalizan las manifestaciones y las protestas de los universitarios (es deporte juvenil, no saben qué defienden), se alimentan sospechas por la factura supuestamente profesional de los vídeos que registran unas atrocidades sistemáticas y organizadas ante las que es imposible cerrar los ojos. Argumentos todos, estos sí, que traspasarían los límites del humor si no fuera por lo terrible de la situación.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.