Johnson, contra las cuerdas
Si el primer ministro ha mentido a la Cámara de los Comunes podría ser suspendido, un paso humillante y sin precedentes en la historia del parlamento
DAVID F. MATHIESON
Miércoles, 15 de diciembre 2021, 01:00
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DAVID F. MATHIESON
Miércoles, 15 de diciembre 2021, 01:00
Según el reglamento del Parlamento británico, está prohibido que un diputado acuse a otro de mentir. Por supuesto, esto no impide que un diputado encuentre otras palabras. En una ocasión, Winston Churchill acusó a un oponente de ser un mentiroso. El presidente de la Cámara ... le llamó al orden e insistió en que Churchill retirara su acusación. El gran estadista pidió perdón y se rectificó acusando al otro diputado no de mentir sino de expresarse con «inexactitudes terminológicas».
El actual primer ministro británico, Boris Johnson, ha escrito una biografía de Churchill y es un gran admirador de su ilustre predecesor. Sin embargo, ningún diputado podrá describir las falsedades de Johnson –dentro o fuera de la Cámara de los Comunes– en las últimas dos semanas como meras «inexactitudes». Las ramificaciones de sus palabras y la degradación de su credibilidad han estado marcadas por una caída vertiginosa en los sondeos tanto para él como para su partido. El futuro de Johnson pende de un hilo.
El problema más acuciante para Johnson está relacionado con la celebración de la Navidad de hace un año. Entonces, todo el Reino Unido estaba sometido a un confinamiento estricto contra el coronavirus. No se permitía celebrar fiestas, visitar a los amigos y, en los casos más trágicos, incluso visitar a los familiares que agonizaban en los hospitales. Una de las imágenes más conmovedoras fue la de la reina Isabel completamente aislada y sola en el funeral del príncipe Felipe, su marido durante más de siete décadas. Ella, como la inmensa mayoría de la población, cumplió las normas por el bien de todos por muy doloroso que fuera.
Pero ahora ha salido a la luz que no todos hicieron el mismo sacrificio. Mientras el primer ministro daba instrucciones a la nación para que se aislara, él y su equipo organizaban fiestas en Downing Street con muchos invitados y poco distanciamiento social. En las últimas semanas, ha negado una y otra vez que hubiera fiestas en Downing Street, pero ahora se ha visto obligado a admitir que sí hubo «quedadas». La confesión ha desatado un huracán de críticas y Johnson no ha tenido más remedio que iniciar una investigación independiente sobre los festejos.
No se pueden predecir los resultados de la indagación, pero está claro que el primer ministro británico tiene que afrontar dos consecuencias que podrían acabar con su mandato. La primera es judicial. La ley en vigor el año pasado prohibía las reuniones y las fiestas. En todos los rincones del país se ha multado a ciudadanos por infringir las normativas y muchos se preguntan ahora: ¿por qué no también a Johnson? Y, lo que es igual de grave, si el primer ministro ha mentido a la Cámara de los Comunes podría ser suspendido, un paso humillante y sin precedentes en la historia moderna del Parlamento.
La segunda consecuencia es política y podría ser fatal para el primer ministro, aunque de otra manera. La carrera de Johnson ha estado marcada por una sarta de mentiras en su vida profesional, política y personal. Incluso de joven, un profesor de su colegio de élite, Eton, escribió a sus padres quejándose de su falta de responsabilidad y de que «creo que él cree que es descortés por nuestra parte no considerarle como una excepción, como alguien que debería estar libre de la red de obligaciones que une a todos los demás».
Y desde entonces la carrera de Johnson ha estado marcada por la mentira. Como periodista le echaron del periodico 'The Times' por inventar citas y luego mentir al director. Como joven diputado mintió descaradamente al líder de los tories sobre una relación extraconyugal y fue, otra vez, despedido. Dos veces divorciado con un sinfín de relaciones sentimentales aparte, se cree que Johnson tiene hasta ocho hijos aunque él se niega a confirmar el número.
Pero sin duda, sus mayores mentiras son las que le llevaron a Downing Street: las del 'brexit'. Johnson fue el líder de la campaña basada en ficciones, desde la amenaza de una inmigración sin límites hasta los costes de la Unión Europea. Para lograr el 'brexit', el propio Johnson firmó un acuerdo sobre Irlanda del Norte pero ya dice que no tiene ninguna intención de cumplir con su palabra.
Para sus seguidores, Johnson es toda una personalidad. Como otros líderes populistas, por ejemplo Donald Trump o Silvio Berlusconi, sabe acuñar frases grandilocuentes y hacer la política rodeada de humor. Pero las últimas revelaciones no han hecho gracia. De repente, el ambiente nacional es mucho más serio y muchos votantes tienen la sensación de que el gran bromista de Downing Street les ha estado tomando el pelo. El enfado se ha transmitido a los diputados conservadores y ahí está el riesgo para Johnson. No es casual que el partido 'Tory' es el más antiguo y uno de los más exitosos de Europa. Su instinto de supervivencia no tiene parangón. Si no recupera su popularidad, los diputados 'tories' defenestrarán a Johnson sin piedad y la broma se habrá acabado.
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