Jirones de niebla

Los ingleses han vuelto a demostrarnos el poder aglutinador que ejercen las tradiciones en los pueblos. Cuando la ceremonia se hace bien el hechizo del ritual es inquebrantable. Lo escribió Mauricio Wiesenthal y es cierto: «La tradición es un tesoro compartido, un ideal que da sentido a nuestra vida, presta coherencia a nuestra memoria y nos une a nuestros mayores», así que yo confío en que sigamos diciendo muchos años 'Fiestas de la Vendimia' aunque ya no se oiga por las viñas el chasquido de los corquetes ni el alboroto de los almuerzos alrededor del remolque. Un día desaparecerá la última cuadrilla de vendimiadores, dejará su sitio en el campo a ese ejército de máquinas modernas y deslumbrantes que ya están de avanzadilla y esos hombres y mujeres serán jirones de niebla en las cepas, leyendas, temas de conversación en las tardes de finales del verano.

Se nos van desvaneciendo los motivos que forjaron las tradiciones pero mantenemos con vida los ritos porque eso es lo que hay que hacer. Seguimos celebrando el Pisado de la Uva o la Fiesta de la Molienda aunque los lagares y los molinos lleven años en una ruina polvorienta de oscuridad y silencio. Asistimos al final de la era de los vendimiadores mientras nos entregamos a la Fiesta de la Vendimia y volvemos a encarmar los ritos como eslabones de una vieja cadena que seguirá mucho después de nosotros. Lo hacemos y así explicamos a los niños lo que somos y de dónde venimos; también es muy saludable recordárnoslo a nosotros.