
El maestro que sí pudo llevar a sus alumnos a ver el mar
La historia de José Ollero ejemplifica el compromiso por educar en libertad
Jesús Vicente Aguirre González
Investigador y escritor
Sábado, 25 de noviembre 2023, 22:25
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Jesús Vicente Aguirre González
Investigador y escritor
Sábado, 25 de noviembre 2023, 22:25
Hace unos días, pudimos ver en el Teatro Bretón, una de las obras dedicadas a la figura y legado del «maestro que prometió el mar». ... Su título recogía precisamente el de uno de los cuadernos que aquel maestro, Antoni Benaiges, había compuesto con sus alumnos de Bañuelos de Bureba: «El mar: visión de unos niños que no lo han visto nunca». Jonás Sainz, en este mismo periódico y un día después, reflexionaba sobre diversos aspectos que aquella representación mostraba, casi, casi, gritaba. Y destacaba, como ya había hecho en otro entrañable artículo publicado en agosto de 2019, el número de maestros republicanos riojanos represaliados tras la sublevación militar de julio de 1936, nombrando, uno a uno, a los asesinados. Citaba entre estos a José María Pérez Brun, maestro de Herramélluri, autor de 'Ejemplario', un libro de lecturas para niños y alumnos, ameno e instructivo, «una obra más que pensada, sentida...» como podemos leer en la introducción que él prefiere llamar 'Explicación'. Sobre esos sentimientos, sobre «el noble afán» de Pérez Brun, y de paso sobre la Escuela republicana, escribe Carlos Gil Andrés en la revista Berceo, número 165, un texto tan documentado y preciso, como hermoso y necesario.
Ahora, tras Benaiges (al que podemos descubrir en el teatro, en el cine y buscar entre los huesos de La Pedraja) y Pérez Brun, yo quiero contar una historia más y no menor. La de José Ollero, el maestro que sí pudo llevar a sus alumnos a ver el mar.
El martes 23 de junio de 1936 los escolares de Ojacastro, con sus maestros José Ollero y Sabina Sáinz a la cabeza, salen hacia Bilbao, todos con sus meriendas, en dos filas, «a cuyo frente –escribe Ignacio Agustín, corresponsal de Diario LA RIOJA, el 28 de junio– llevaron como guía la bandera nacional y también luciendo en la solapa el emblema de nuestra República». Les despide el alcalde Santiago Uyarra y «todo el vecindario, que ovaciona su partida». En Portugalete les recibe su alcalde, Don Cándido Busteros, «quien con el mayor cariño y simpatía los acompañó a todos los lugares de la ciudad, dignos de visitar. Vimos muchas cosas nos dicen, que al niño será difícil que se lo borren de la memoria. Los chicos, que por primera vez han visto el mar, se quedaron atónitos». Montaron en barco, además, y llegaron a Santurce, visitaron después una escuela y los Altos Hornos en Baracaldo. «Contentísimos han regresado de su excursión», acaba el corresponsal.
Rufino Marín, uno de aquellos alumnos, que ya nos dejó, recordaba esa excursión. «Era por San Juan, y nos dijo: vamos a ir a Bilbao y hay que ir sin levantar los pies, que no noten que somos de pueblo. El viaje nos costaba 9 pesetas, pero yo me encontré dos de plata y así rebajé la cuenta». Rufino recordaba también cómo el maestro hacía simulacros de las elecciones en la Escuela para que todos supieran lo que eso significaba.
Llegan las vacaciones. El 9 de julio, de nuevo el corresponsal de Diario LA Rioja se hace eco de otra noticia escolar, en este caso se trata de la exposición de los trabajos hechos durante el curso por los niños de uno y otro sexo: «Los señores maestros Don José Ollero y Doña Sabina Sáinz, recibieron las felicitaciones de todo el vecindario, que fue desfilando por sus clases y nosotros, desde estas columnas, unimos la nuestra muy sincera».
José Ollero Valle, nacido en Nájera, 32 años en 1936, estaba casado con Luisa de la Torre Basurto y tenía dos hijos, José Luis y Alfredo. Pertenecía a la junta directiva de Izquierda Republicana en Ezcaray, y era maestro en Ojacastro, antes lo había sido en Tormantos. Agustín Martínez y Rufino Marín, de Ojacastro, que fueron alumnos de Don José, contaban que «era muy listo y muy bueno. Vivía en Ezcaray, bajaba todos los días, mañana y tarde, con la bicicleta. Venía con la gabardina y una visera. La gabardina se quedó en el ropero de la escuela. A veces se quejaba de que los chavales llegaban más tarde que él»
Al maestro, Don José Ollero, le suspendieron de empleo y sueldo el 16 de septiembre de 1936... mes y medio después de haber sido asesinado. Fue el 5 de agosto. Detuvieron a José y a su amigo Feliciano Rodrigo, secretario del ayuntamiento de Ojacastro, en Ezcaray. Los montaron en un automóvil y se los llevaron custodiados por la Guardia Civil. La orden, se dijo, era llevarlos a Logroño. Pero nunca hemos sabido, y la familia tampoco, si al llegar a Santo Domingo siguieron hacia la derecha, Logroño, o a la izquierda, Villafranca de Montes de Oca, La Pedraja. Así que si de Antoni Benaiges no se han podido recuperar los restos en las fosas de la Pedraja, donde lo mataron, de José Ollero y Feliciano Rodrigo ni siquiera sabemos si también fueron asesinados y enterrados en el mismo lugar.
José era hijo de Wenceslao Ollero, uno de los tres alcaldes de Santo Domingo de la Calzada asesinados en 1936. Los tres, aquí sí conocemos fecha y lugar, en las paredes del cementerio de Hormilla en la madrugada del 4 de septiembre
Ciertamente, no fue solo la educación, y la cultura. La República, en su primer gobierno y en el programa del Frente Popular, proponía la reforma de otros muchos sectores, desde el industrial y el laboral, hasta el reparto de tierras, pasando por la institución militar o la separación de la Iglesia y del Estado. La reacción en contra de todas estas reformas, en realidad contra el espíritu creativo y reformador de la República, llegó con un golpe de estado dirigido por los militares, apoyado por la derecha reaccionaria, y bendecido por la Iglesia. No sólo era el fin de las reformas, de tantos sueños, de tanto esfuerzo. Era también el fin de muchos de los reformadores, de los soñadores, de los esforzados... De muchos maestros y maestras, por ejemplo.
La «resurrección» de Antoni Benaiges (libros, artículos, teatro, cine), nos permite, y nos obliga, a seguir contando las historias de los maestros republicanos y de la educación y la escuela durante la II República. Aquí en La Rioja sí tenemos algunos estudios sobre esto último (por ejemplo, 'Educación y sociedad en La Rioja republicana 1931-1936', de María del Carmen Palmero), pero muy pocos sobre la represión del magisterio, más allá de los artículos escritos por Cristina Rivero, Carlos Gil, Carlos Muntión o yo mismo. Aunque en estos momentos sí podemos celebrar la aparición de un libro sobre Juan Larreta, maestro de Treviana, escrito por su nieta Asun Larreta, en el que se recogen también muchos aspectos de la educación en aquellos años en tierras navarras y riojanas.
Después de Benaiges, y de Pérez Brun, ahora Ollero y Larreta, quedan muchos más: Julio Gómara, desde el Ateneo al esperanto, Felisa Vidorreta y la Escuela Normal, Consolación y Resurrección Martínez, Vitorio, Hipólito, Valentín, Eloy, Ismenio. Muchos más. Eran maestros de escuela, «un oficio muy peligroso», como escribe Carlos Gil. Y como, quiero creer y espero, escribirán muchos más. Estudiantes de Magisterio o de Historia, maestros o historiadores, investigadores, cineastas y escritores..., que nos cuenten sobre aquellos hombres y mujeres que con tanto empeño y vocación trataron de educar en libertad a los niños y estudiantes de entonces. Y que pagaron con la vida el pensar, soñar y enseñar que una sociedad más justa era posible. Empezando por la educación.
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