Puede parecer exagerado, pero si lo pensamos dos veces, resultará fácil aceptar que la mayor parte de los problemas se resuelven durmiendo. ¿No lo creen? ... Pues es mucho más fácil de lo que parece. Miren esto.
Todos nuestros problemas son de tres tipos: físicos (dolores y molestias corporales, por ejemplo), psicológicos (preocupaciones, ansiedades, obsesiones...) y profesionales o técnicos (desde un asunto matemático hasta una estrategia empresarial, laboral o científica). Naturalmente, no vamos a resolver ninguno de estos tres tipos de problemas durmiendo sin más a pierna suelta, aunque no faltará quien lo intente, como un completo profesional de la despreocupación. Pero no me refiero a esto, sino a algo más importante: nadie puede negar que los problemas se afrontan mejor después de haber dormido bien.
Comenta el psiquiatra José Miguel Gutiérrez Carrillo que «los trastornos del sueño son el predictor más influyente del estado de alto riesgo para los trastornos de salud mental». Y no solo entre adolescentes, grandes sufridores de este tipo de problemas, y tal vez las principales víctimas de la mayor pandemia del siglo XXI: las enfermedades mentales y los trastornos de personalidad.
Los estímulos de las redes penetran en la mente de adolescentes y adultos hasta horas intempestivas
Los problemas psicológicos desencadenados por la falta de sueño, y sobre todo por la imposibilidad de conciliar el sueño, afectan a todo tipo de personas y a cualquier edad. Dormir poco no equivale a vivir más, sino al contrario: a vivir menos y a vivir bastante peor. Si los sueños de los idealistas provocan insomnio es ante todo porque se producen durante la vigilia. Es peligroso soñar despierto. Acaso tanto como no poder dormir cuando es necesario hacerlo.
Las peores pesadillas no tienen lugar durante el sueño, sino en la vigilia. Y al contrario, los sueños más inocentes, por inofensivos, son los que se producen mientras dormimos. Por muy pecaminosos o placenteros que puedan resultar (según se mire), lo que ocurre durante el sueño se desvanece al despertar, para bien o para mal. Al final, todo queda en eso, en un «mal sueño». Con todo, no faltará quien, animado tras haber soñado por la noche que le ha tocado la Primitiva, salga entusiasmado al amanecer a cobrar el supuesto boleto en la primera administración de lotería que se encuentre.
Constantemente se realizan estudios sobre el sueño, en muchos casos orientados a la prevención de enfermedades mentales. La ciencia no es el horóscopo, es decir, no es algo que pueda decir o predecir cualquier cosa, como si se tratara de una adivinanza o sesión de espiritismo. La ciencia se puede discutir, naturalmente, pero no es un chiste. Bromear con el conocimiento no es propio de profesionales inteligentes, y aún menos de personas prudentes. Con la salud no se juega.
En marzo, la revista científica 'Medicina natural' (Nature Medicine) publicó un estudio destinado a la prevención de patologías psíquicas en adolescentes, a partir de la interpretación del sueño. Se movilizó a 11.000 personas para un Estudio del Desarrollo Cerebral y Cognitivo Adolescente. Los trastornos del sueño se convierten, según este experimento científico, en el predictor más importante de los riesgos de salud mental en los más jóvenes. Hasta tal punto que los síntomas de estos análisis pueden pronosticar con precisión qué personas desarrollarán, en menos de un año, algún tipo de trastorno de personalidad o de patología psíquica.
Podríamos ahora corregirnos a nosotros mismos y, en lugar de afirmar que «los problemas se resuelven durmiendo», escribir en el título de este artículo que los problemas «se evitan» durmiendo. Y aunque ambas afirmaciones pueden significar lo mismo, sabemos todos que la mejor solución ante una enfermedad es la prevención, la detección precoz o inmediata y, sobre todo, la evitación. Dormir bien resuelve muchos problemas, porque los previene todos.
Parece mentira que nuestras sociedades actuales se hayan olvidado de esta costumbre: el descanso, el sueño y la desconexión de la vigilia. Las horas nocturnas están, tanto como las diurnas, llenas de interferencias emocionales, problemas laborales y conflictos de todo tipo.
La desconexión digital es imprescindible. El trabajo se nos mete por los poros, incluso durante el sueño, y también fuera del horario y del calendario laborales.
Los estímulos de las redes sociales penetran en la mente de los adolescentes hasta horas totalmente intempestivas. También en los adultos, cuyos problemas no son menos graves a cualquier hora del día o de la noche. Pero la vida de un joven sin alternativas, y sometido sin pausa a las radiaciones emocionales de las redes sociales, se destruye de este modo mucho más rápidamente. Y con frecuencia de forma definitiva.
Que nada te quite el sueño: los problemas son más pequeños, y más llevaderos, después de dormir bien. Pues eso, que si lo pensamos dos veces, resulta que los problemas se resuelven durmiendo.
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