Trump en su laberinto
El poder omnímodo que el presidente de EE UU se atribuye topa con los controles de un sistema democrático equilibrado
Javier Otaola
Abogado y escritor
Viernes, 14 de marzo 2025, 22:03
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Javier Otaola
Abogado y escritor
Viernes, 14 de marzo 2025, 22:03
Donald Trump, al parecer, tiene problemas para asumir la dignidad política de su cargo como presidente de Estados Unidos y los límites constitucionales que contrapesan ... su enorme poder como cabeza del Ejecutivo. Quizá sea, entre otras cosas, por el hecho de que su formación humana está condicionada por su vocación de 'businessman' y por su éxito como 'showman', de hecho fue presentador de un famoso programa televisivo, denominado 'The Apprentice' (El aprendiz), producido por Trump Productions junto a otras productoras durante las primeras catorce temporadas. No solo fue productor, sino que fue el presentador del concurso, lo que le proporcionó una gran exposición ante el público estadounidense y le otorgó una popularidad que evidentemente ha contribuido a su ascenso a la presidencia.
El concurso se anunciaba como «la entrevista de trabajo definitiva» y los concursantes se presentaban como ambiciosos ejecutivos, aunque desconocidos, que competían demostrando su habilidad empresarial para ganar el gran premio del programa: un contrato como directivo durante un año con un sueldo de 250.000 dólares para promocionar una de las propiedades de Donald Trump, o sea, para trabajar para el 'holding' de empresas de Donald Trump. Una especie de selección de personal ejecutivo televisada en forma de concurso. 'El aprendiz' funcionó con diferentes formatos durante quince temporadas en la NBC entre 2004 y 2017. El concurso fue ideado por el productor de la televisión británica Mark Burnett y coproducido con Donald Trump, que fue además el director del 'show' durante las primeras catorce temporadas. Donald ama las cámaras, si no que se lo pregunten a Zelenski.
Trump, consciente o inconscientemente, representa ese modelo de ejecutivo agresivo que es capaz de lograr sus fines pasando por encima de toda clase de obstáculos, ya sean económicos, legales o morales. Así podemos comprender su furor ejecutivo durante estas primeras semanas de su mandato y sus 100 minutos de discurso, triunfalista e insultante, ante el Congreso –considerándose por encima del fundador de EE UU George Washington–, el mismo Congreso que el propio Trump amenazó alentando a una turba violenta para que asaltara el Capitolio en un intento de autogolpe de Estado el 6 de enero de 2021 con el resultado de cinco muertos y un gran número de heridos.
El poder omnímodo, casi mesiánico, que Trump se ha atribuido en este mandato –no lo hizo así en su primero– se ha topado con un sistema constitucional de 'checks and balances', controles y contrapesos, como corresponde a un sistema democrático equilibrado por el poder de control de los jueces.
El contrapeso judicial ya se ha puesto en marcha. El 5 de marzo, el Tribunal Supremo, en una votación de 5 a 4, rechazó la solicitud de Trump de congelar 2.000 millones en ayuda exterior. El presidente ha tratado de despedir a decenas de miles de empleados civiles y desmantelar agencias enteras pero, según su concepción imperial de la presidencia, no siguió las reglas para despedir a ciertos trabajadores, y pasó por alto que no puede cerrar agencias establecidas por ley sin la aprobación del Congreso mediante otra ley. El Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE) de Elon Musk ha ido más allá de lo que las leyes le permiten hacer. Más grave aún, Trump, mediante meras órdenes ejecutivas, está presionando a su Administración para que derogue de facto el derecho a la ciudadanía por nacimiento, garantizado por la Constitución y por la jurisprudencia constante del Supremo.
Trump ha violado la libertad de prensa impidiendo que los periodistas de AP acudan en el ejercicio de su función de prensa libre a la Casa Blanca, y lo ha hecho como represalia porque el manual de estilo de la agencia sigue utilizando la expresión 'Golfo de México' en lugar de 'Golfo de América'. Esto viola la Primera Enmienda y el derecho al debido proceso. El asunto llegará seguramente ante el Supremo.
Hasta la fecha, 41 resoluciones judiciales han paralizado las iniciativas de Trump, al menos provisionalmente.
Un buen número de catedráticos universitarios están discutiendo si la gran batería de decisiones que están bajo suspensión judicial no implica, en última instancia, que la nación se encuentra inmersa en una crisis constitucional. Por la actitud que vienen mostrando Trump y su vicepresidente Vance, muchos juristas tienen dudas de que el presidente acate lo que establezcan los fallos del Supremo si estos no le son favorables. Un eventual desacato a los controles y contrapesos impuestos por los tribunales supondría un ataque directo a los basamentos del sistema constitucional.
De hecho, Trump ya ha incumplido órdenes de tribunales inferiores, como la que revocaba una amplia congelación de fondos federales. Y el vicepresidente Vance ha manifestado públicamente que el presidente no debe someterse a las órdenes que le limiten. O sea, ha incitado a Trump al desacato. 'God save USA'.
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