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La incertidumbre es uno de los peores escenarios posibles para la toma de decisiones estratégicas sobre las posiciones a adoptar en el presente para garantizar la estabilidad, la seguridad y el progreso en el futuro. Tenemos un mundo convulso, donde las relaciones internacionales han cambiado ... y experimentan transformaciones que crean más dudas que certidumbres. La invasión rusa de Ucrania, con consecuencias imprevisibles, pero con enormes daños para todos, la pugna por la hegemonía mundial entre EE UU y China, las relaciones de países que aspiran a ser potencia media como Arabia Saudí o Brasil, entre otros, y la profunda lacra de los populismos autoritarios que erosiona el sistema democrático.
En este contexto político donde los principios y valores deben jugar un papel trascendental, hay que considerar las claves de la seguridad y la defensa junto con los intereses económicos y sociales. La ecuación para la UE se complica porque los dirigentes de sus países miran mucho más desde el punto de vista nacional y electoral que desde la óptica europea, más amplia y beneficiosa, menos, a veces, para el interés personal y partidista de algunos. Estamos en un momento clave para la UE porque debemos tomar posición en el mundo y va a ser muy complicado lograr una buena posición equidistante entre las dos grandes superpotencias. Los vínculos con EE UU son evidentes, incluso aunque la gran nación americana sufra una grave crisis por el desafío constante del populismo de Donald Trump, que no duda en lanzar acusaciones contra las instituciones con tal de protegerse de la acción de la justicia.
La respuesta a la invasión rusa de Ucrania tiene en la unidad de los aliados de la OTAN un factor determinante. Por un lado, una sólida relación entre los europeos y los norteamericanos, y por otro, entre los propios europeos. Surgen dudas sobre mantener el seguidismo a Washington en Ucrania, más allá de Hungría encontramos resistencia en Polonia a la exportación de cereal ucraniano. China juega un papel sibilino y tóxico en estas circunstancias. El mercado chino de 1.400 millones de consumidores continúa siendo atractivo y tentador, pero no para olvidar la falta de libertad impuesta por el Partido Comunista. Además, la UE debe corregir con urgencia la dependencia industrial, tecnológica y de materias primas de China como se demostró durante el coronavirus. Taiwán es otro riesgo muy elevado en las relaciones de la UE con un gigante asiático empeñado en una intensa ofensiva con el fin de ganarse aliados. Los europeos debemos tener claro con quién estamos.
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