En estos 20 años de gobierno en Turquía del líder islamista moderado del Partido Justicia y Desarrollo, Recep Tayyip Erdogan, la evolución presidencialista resulta una evidencia que los ciudadanos tienen la opción de evaluar en las elecciones. Turquía no es un país cualquiera por su ... condición de bisagra entre Oriente y Occidente, por su pasado de Imperio otomano y por su peso político, económico, comercial, energético y social en una de las regiones más complicadas y delicadas del mundo y por su influencia en el ámbito internacional por su pertenencia a la OTAN. Pero más allá de la posición turca como potencia regional ascendente por la política agresiva que ha practicado Erdogan, donde incluso ha llegado a tratar con sorprendente cercanía a la Rusia de Vladímir Putin, un elemento clave de los comicios presidenciales turcos se remite a la precaria situación económica.
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La inflación de media es del 50,5% pero llega al 100% en las grandes ciudades como Estambul, la lira acumula una depreciación constante, los precios de la educación, la sanidad y la cesta de la compra superan un incremento sostenido de más del 12% y el índice de desempleo es uno de los mayores del mundo con el 10,1%. Las encuestas vaticinan un cambio en el gobierno del país donde las promesas de la coalición opositora de recuperar las prácticas democráticas perdidas tras acaparar gran parte del poder por parte del actual presidente que ha introducido las reformas constitucionales para lograrlo. Concentración de poder en manos del líder y proceso de islamización de la sociedad que ha pretendido acabar con los principios laicos de la Turquía moderna de Ataturk.
Las relaciones de Erdogan con Putin son valoradas de acuerdo a los acontecimientos. La compra de misiles rusos antiaéreos S-400 provocó una crisis notable en el seno de la OTAN y Estados Unidos dejó fuera a Turquía del programa de los cazas F-35. Atrás quedaban años de valiosa contribución turca, con un Ejército de los mejores del mundo, a los objetivos de la Alianza Atlántica y de Estados Unidos en Oriente Medio. Su política expansionista en el norte de África, Somalia, Catar y otras regiones provocaron serias alarmas en países como Francia y Grecia.
En los últimos meses, su labor de mediación con Putin le ha permitido mantener sus intereses económicos relacionados con el tránsito de petróleo y el gas ruso, los turistas, la venta de armas y jugar un papel clave en los acuerdos para lograr la exportación de toneladas de grano ucraniano y evitar una crisis alimentaria mundial que tiene en la sequía un efecto devastador. El control migratorio es clave para la estabilidad europea.
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