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España no puede ser rehén de los intereses personales y partidistas del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Los líderes de los principales países europeos viajaron poco después del 7 de octubre a Israel y a Cisjordania para mostrar su total condena al brutal ataque terrorista ... de Hamás contra Israel y para pedir contención en la respuesta tras el legítimo derecho de defensa. En ese par de semanas solo faltó Pedro Sánchez que entonces como ahora ejercía la presidencia semestral de la Unión Europea pero no pudo dedicar unas horas a ese viaje porque estaba enfrascado en su proceso de investidura.
Como se presumía, la política exterior de Sánchez es también Frankenstein social-comunista, condicionada por la ideología de la ultraizquierda de sus socios de Sumar que, siendo miembros del gobierno, acusan a Israel de genocidio en Gaza y respaldan la acción terrorista de Hamás como de resistencia del pueblo palestino. Sánchez, acompañado del primer ministro de Bélgica, que recogerá en enero el testigo de la presidencia comunitaria, fueron recibidos en Israel por el presidente Herzog y por el primer ministro Netanyahu con gesto serio y de circunstancias al escuchar de boca de Sánchez que Israel debe actuar en Gaza con respeto al Derecho Internacional Humanitario y que el uso de la fuerza no resolverá el conflicto. Eso entraba en lo previsto para Israel. Pero al día siguiente, ofrecieron en Rafah una oportunista rueda de prensa donde realizó declaraciones consideradas por el Gobierno israelí apoyo al terrorismo de Hamás y manifestó su enorme malestar. Sánchez habló de matanzas inaceptables de niños en Gaza y de necesidad de reconocer el estado palestino por parte de la UE. Si no, España lo hará por su cuenta. Inclinó la balanza hacia Hamás porque no mencionó las pruebas ofrecidas por Israel de los túneles y almacenes de armas de Hamás.
Los videos no dejan dudas de cómo los terroristas utilizan a los civiles como escudos. La intervención pública de Sánchez en Rafah no se ajustó a las elementales prácticas diplomáticas, muy delicadas en este momento, con un estado como Israel con el que España mantiene relevantes relaciones en todos los ámbitos. Pero no cabe la sorpresa cuando Sánchez cambia de opinión constantemente sobre temas muy trascendentes e incluso, en el ámbito internacional coloca a España en una situación humillante al aceptar, desde hace meses, mediadores o relatores internacionales para negociar con un prófugo de la justicia sus votos para permanecer en el Palacio de la Moncloa. Nada progresista.
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