Que la dictadura chavista culmine su fraude, su golpe de estado con la jura de Nicolas Maduro como nuevo presidente de Venezuela a pesar de no presentar las actas electorales que demuestran que perdió las elecciones de julio, es un hecho execrable, inaceptable, indigno para ... todos, pero directamente para el pueblo venezolano. Pero si me apuran lo que peor se lleva es la jactancia, el pavoneo, la actitud desafiante y retadora de un Nicolás Maduro que hace su papel como cabeza visible del entramado chavista relacionado con el crimen y el narcotráfico, que demuestra no estar dispuesto a ceder el poder y anuncia su pretensión de seguir los pasos de Nicaragua con una nueva Constitución para restar aún más derechos a los ciudadanos.
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Maduro adelantó la hora prevista para la jura del cargo para prevenir cualquier intento de protesta o de algo más serio en las Fuerzas Armadas que algunos se habían empeñado en soñar para que Venezuela pudiera salir de una dictadura férrea y deleznable que ha llevado a la misera a millones de venezolanos y ha provocado el exilio de más de 7 millones.
Resultaba patético observar cómo los escasos invitados de cierto relieve llegaban tarde al salón de la Asamblea Nacional donde Nicolás Maduro pronunciaba su discurso de hora y media que él mismo interrumpía para dar la bienvenida a otro dictador, el nicaraguense, Daniel Ortega, que llegaba tarde como después otro sorprendido por el cambio de hora, el presidente de la Duma rusa, enviado especial de Putin. Para más vergüenza escénica, Maduro interrumpía sus alegatos y bravuconadas contra la oposición, la Unión Europea y Estados Unidos para reclamar que a sus invitados extranjeros les hicieran llegar el aparato de traducción simultánea.
Detalles patéticos de un acontecimiento bochornoso, una pantomima televisiva que significa el mantenimiento de la dictadura chavista otros seis años si es que nadie lo remedia. Está claro que la demostración de fuerza y desprecio a los resultados electorales de los chavistas alimentan muy malos augurios, mientras las Fuerzas Armadas, sus máximos jefes, sigan siendo unos privilegiados del régimen y se aprovechen de su situación y no quieran arriesgarse a rendir cuentas de la represión y los asesinatos que se han registrado en Venezuela en los últimos años.
La oposición traslada de las urnas a las calles el respaldo popular pero María Corina Machado se esconde para garantizar su integridad y el presidente electo Edmundo González no puede llegar a Caracas para ser investido presidente. Qué vergüenza, bochorno, indignación, burla al pueblo venezolano, a la libertad, a la democracia y a quienes negociaron con los chavistas y permiten el fraude impune, indecente.
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