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El mundo sufre la existencia y la manipulación de personajes que utilizan un desorbitado exceso de personalismo para lograr sus objetivos. Es la expresión descarnada del populismo autoritario que asola en numerosos casos la escena política en demasiados países. Se trata de utilizar los mecanismos ... que presta el sistema, democrático o no, para lanzar a la ciudadanía los mensajes que necesita y quiere oír como vía de solución de sus graves problemas. Da igual si esas promesas se pueden cumplir o no.
El caso es que, una vez alcanzado el poder, neutralizado cualquier tipo de oposición tanto externa como interna, el líder ejerce con un exceso de personalismo estomagante el poder con el objetivo de que todos piensen que cualquier logro o progreso positivo en sus condiciones de vida y de trabajo se debe principalmente al todopoderoso, esforzado y supuestamente imprescindible guía de la nación y, dentro de poco, del universo. Cómo era aquello de que los astros y las estrellas se habían alineado con Zapatero.
Pero no se trata de una cuestión española, donde Pedro Sánchez, sin serlo todavía porque ahora es Suecia, aprovecha la coyuntura de la próxima presidencia de turno de la Unión Europea para ir a China para hacerse la foto electoral con el líder mundial del momento. Curiosamente, pocos días después van a visitar Pekín el presidente de Francia, Emmanuel Macron, y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.
La sospecha estriba en que se trata de un exceso de personalismo o un esfuerzo de cada uno por su cuenta para lograr que el ahora gran mediador chino, Xi Jinping, consiga un acuerdo de paz en Ucrania. No hay que pensar mal y todos van a esgrimir el mismo discurso sobre Ucrania y la invasión rusa, como aliados que son en la OTAN y con el liderazgo de Estados Unidos, aunque Washington mantiene un duro pulso con China por la hegemonía mundial.
Si consideramos el exceso de personalismo, sufrimos las ambiciones de una pareja de nefasta influencia para las relaciones internacionales, el comercio, la estabilidad y la seguridad como es la formada por Donald Trump y Vladímir Putin. Populismo autoritario de derechas, con asalto incluido al Capitolio para defender sus intereses personales y usar la protección política frente a las investigaciones judiciales; y populismo autoritario leninista, con la invasión de Ucrania para recuperar el olvidado orgullo ruso, sostenido casi en exclusiva de la amenaza nuclear. El gran problema actual es el exceso de personalismo alimentado por apuestas populistas con gran difusión en redes sociales y televisiones.
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