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Mantener cierto equilibrio en la ayuda militar a Ucrania para evitar una escalada bélica de consecuencias imprevisibles con Rusia es el complicado vértice donde los aliados de la OTAN tienen que moverse. Siempre que las tropas ucranianas puedan defenderse e incluso reconquistar a los rusos ... todo el terreno posible en el Donbás o, si el sueño es posible, incluso Crimea. Con su enorme error de invadir Ucrania con el falso argumento de alejar a la OTAN de las fronteras rusas, Vladímir Putin ha visto cómo su aliado circunstancial turco ha levantado el veto y Suecia será miembro de la Alianza Atlántica antes de fin de año. En un escaso margen de tiempo, dos años, los ciudadanos de Finlandia han pasado de un 80% en contra de la OTAN, al 80% a favor de ingresar en la Alianza. Algo parecido ocurre en Suecia. El control sobre el Ártico es fundamental.
La conciencia popular de defensa brota más por necesidad que por puro convencimiento, pero resulta evidente que la cruda realidad de la vida y de las relaciones internacionales a lo largo de la historia destrozan de un plumazo el buenísimo absurdo que algunos han venido utilizando para su propio provecho personal y sus tesis autoritarias. No es el legítimo uso de la fuerza que tiene la democracia lo que puede convertirla en autoritaria, es el paulatino proceso de indefensión y debilitamiento de las estructuras del Estado lo que da alas a los populismos que, engañando con falsas promesas, logran el poder para utilizarlo en su propio beneficio.
En las reuniones de la Alianza se incrementa el papel de la industria de defensa y los presupuestos que deben dedicarse para hacer frente a la amenaza lanzada por Putin con la invasión de Ucrania. Todo un desafío para una industria que tiene puntos de colaboración atlántica, pero que tiene también enormes recelos. Podemos decir que este sector se está redimensionando para pasar de una situación casi de mínimos para garantizar la disuasión y la defensa interna, sobre todo en el caso europeo, a una expansión de producción y unos planteamientos más acordes con los de Estados Unidos. Una colaboración público-privada imprescindible.
La evolución de la opinión pública permite y obliga a las empresas de la industria de defensa a salir de su casi anonimato, su perfil más que bajo para no molestar ni levantar las caducas y trasnochadas pancartas del buenismo, y reivindicar su papel para la seguridad y la defensa. Pero también, su labor esencial en el desarrollo de las nuevas tecnologías y la investigación para su uso en la vida civil.
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