En 1975, fui cobaya: me examiné en Zamora de la primera Selectividad. Al año siguiente, ya en Salamanca, el profesor Alberto Navarro, director de mi colegio mayor, me entregó un sobre, me pidió que lo llevara al palacio de Fonseca y me avisó: «Ten cuidado, ... son las preguntas de Lengua de Selectividad». Más allá del misterio, aquel sobre era la evidencia de que, en cada distrito universitario, las preguntas eran diferentes. Después, durante años, di clase en Bachillerato en dos regiones: en Galicia preparaba a los alumnos para responder al ejercicio de sintaxis en Selectividad con arbolitos y en Extremadura les enseñaba a responder redactando. Si no lo hacían así, suspenderían.

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Selectividad, el examen de los mil nombres (EBAU, ABAU, PAU, AvAU, PAEG) y los mil criterios, la nueva controversia política. Precisamente en Fonseca, Feijóo presentó la Selectividad del PP, que afectará a 225.000 alumnos, frente a la del PSOE (74.000 alumnos), que para Feijóo es un ejemplo del desgobierno de Sánchez, mientras que para Pilar Alegría, la del PP solo crea ruido y polémica.

Ambas selectividades intentan aunar criterios a su manera, pero no abordan el tema candente: la nota de acceso a la universidad. Por ejemplo, en Castilla y León (buenos resultados PISA) protestan porque extremeños y canarios (flojos resultados PISA) tienen mejores notas y quitan plaza en Medicina o Fisioterapia a los alumnos castellanoleoneses. Si esto es verdad, no se soluciona con contenidos únicos, sino con tribunales únicos. Otra cuestión candente: el 60% de la nota de acceso es la del Bachillerato. La media en la privada: 8,15; en la concertada: 8,06; en la pública: 7,9. ¿Se infla la nota o también es ruido?

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