Cada día, a las 12, café y periódico en El Rincón de Julio, un bar de barrio en el que sirven chuletas de cabrito, caracoles y un café portugués caliente, negro y amargo que se bebe de dos sorbos y se llama bica, acrónimo de ' ... Beba Isto Com Açúcar'. Mari Carmen, la mujer de Julio, trae mi bica, me pregunta que si azúcar o sacarina, respondo que nada y me halaga: «¡Qué valiente!». A ciertas edades, que te tilden de valiente anima tanto que acabo sumándome a las conversaciones de la barra.

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Julio es de Cedillo, un pueblo que fue portugués y está situado en ese cuerno fronterizo que España clava a Portugal por Extremadura. En Cedillo, se habla portuñol y en El Rincón de Julio se habla de todo. Como son las 12, ya han pasado a desayunar los funcionarios y solo quedamos gente ociosa: parados, pensionistas, escritores… Un caballero recoge asentimientos al razonar que, hace 50 años, tener un hijo en casa era una bendición porque aportaba, «pero ahora, la bendición es tener un jubilado». Se suscita después el tema de los viajes del Imserso. Un entendido me demuestra que con lo que me gasté la pasada semana en dormir y desayunar una noche en un hotel de Granada, me paso diez días en Almuñécar con pensión completa.

Nunca me han gustado esos viajes para mayores porque soy un poco huraño, un poco pijo y un mucho Peter Pan, pero estoy harto de gastar pasta así que corro a casa, consulto con mi mujer, que ni es pija, ni es huraña, ni tiene complejos. Se alegra de que supere mis prejuicios y, como me ve dudar, me convence con un argumento tramposo: «Esos viajes te inspirarán muchas columnas». Me inscribo, pido escapadas y balnearios y vuelven a halagarme: «¡Qué valiente!».

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