Cuando entrevistan en la radio a un futbolista o a un político, cambio de emisora. Sé lo que van a responder antes de que abran la boca. Antes, algún futbolista joven podía sorprenderte, pero, como apuntaba Ignacio Camacho en «Zenda»: «Hoy, hasta los futbolistas juveniles ... tienen agentes de prensa, ¡demonios!». Hay algunas excepciones. Por ejemplo, las entrevistadoras del digital deportivo «Relevo» consiguen confesiones personales, interesantes e inesperadas de jugadores y entrenadores. Después están las ruedas de prensa estilo borde de Luis Enrique o Mourinho, aunque eso no son declaraciones, sino provocaciones. Guardiola también tiene diez minutos de interés. Pero si saltamos al mundo de la política, últimamente no se salva nadie.

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Un diputado socialista gallego ya fallecido me explicó que, para ascender en política, lo mejor era decir siempre lo mismo que el jefe, sin desviarse un ápice. Antes del «procés», los políticos catalanes cumplían esa regla a su manera, adornando sus razonamientos con una retórica brillante. Los podías escuchar un rato. Pero llegó 2012, entraron en fase aburrimiento repetitivo y no hay manera de que digan nada diferente ni brillante.

Escribe Enric Juliana en su último libro que «en fases de gran excitación, la sociedad catalana calibra mal las relaciones de fuerza». Sucedió en los años 30, en 2017 y ahora: calibran mal, se entusiasman, actúan como papagayos excitados y apagas la radio. Aunque lo peor es que ni ellos saben lo que quieren, ni lo sabe el Gobierno, ni lo sabemos nosotros. Solo se me ocurre una solución: que los entrevisten las redactoras de «Relevo» a ver si así nos aclaramos todos y adivinamos si hay que volver a votar.

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