Meteorólogos o actores

Un buen presentador meteorológico es el que consigue que mi suegra salte de su sillón nada más acabar el «Tiempo», cruce el descansillo y llame a nuestra puerta anunciando el fin del mundo en Molina de Aragón, si es invierno, o en Úbeda, si es verano. Vivimos a 400 kilómetros de esas dos localidades, pero el «hombre del tiempo» fetén es el que consigue que toda España se sienta Jaén o Guadalajara.

Todo esto empezó el 3 de octubre de 1984 con el Hortensia, que asoló Galicia como borrasca y al que nadie osó llamar ciclón, aunque lo era. Después del Hortensia, nada fue igual. Los temporales fueron bautizados con nombres tan inquietantes como Klaus o Katrina, se convirtieron en ciclogénesis explosivas y aparecieron las alertas de colores. Pero lo peor fue que cambió la forma de producir el «Tiempo» en la tele, que se planteó como si fuera el tráiler de una peli de catástrofes. Así que hoy empieza el otoño, se avista la tormenta y ya escucho a mi suegra timbrar aterrorizada anunciando la tempestad… entre Azores y Madeira.