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Tsukiji (Japón), lonja de pescado. Cinco de la madrugada. Sobre tarimas de madera, atunes. Deambulan compradores calibrando el producto. Suena una campana. Comienza la subasta. Se escuchan grandes voces. Anuncian los precios de salida de los lotes de atunes. Los compradores callan. No mueven un ... músculo de su cara. Solo chasquean la lengua y muestran sus dedos. Los subastadores descifran esos signos y adjudican las partidas. Esta ceremonia se repite cada día en la lonja de Tsukiji. No tiene nada que ver con la cultura zen. En realidad, las subastas de pescado son así en todo el mundo.
Lonja de O Grove (Pontevedra). Atardece. Se escucha una canturria monótona. Los subastadores parecen rezar un rosario. Entonan una letanía de precios: «99 con 99, 98 con 98, 97 con 97…». Alguien hace un movimiento imperceptible, un ruido inaudible. Nadie se entera salvo el subastador, que todo lo pilla y detiene su salmodia. Escribe un número en un recibo, se lo entrega al invisible gesticulador y comienza otra letanía. En O Grove y en Tsukiji, los vendedores de las lonjas dan voces y los compradores callan, controlan sus emociones, esconden lo que sienten y desean. Solo los subastadores entienden sus gestos.
Cataluña. Lunes de resaca electoral. Los líderes políticos asimilan los resultados. Sobre la tarima de madera, variadas coaliciones reposan en oferta. Empieza la letanía de la puja: «PSC con Junts, ERC con Junts y Comuns, PSC con ERC, PSC con Junts y ERC…». Los compradores esconden sus intenciones. Uno parpadea, otro arquea una ceja. No es fácil interpretar sus intenciones. Para entenderlos, hay que ser subastador de atunes en Tsukiji o vendedor de lotes en la lonja de O Grove.
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