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Recientemente, tuve que hacer un informe sobre el absentismo de una trabajadora y los datos me asombraron: sumando sus días de actividad laboral, en 10 años, había trabajado solo uno. Otro caso curioso fue el de una compañera que encadenaba bajas por un diagnóstico extraño: ... fobia al entorno, una enfermedad que podría hacerse extensible a casi toda la población laboral. Las bajas son un mundo lleno de sorpresas, de trabajadores siempre alerta para coger una baja y trabajadores que no las cogen ni con 40 de fiebre y dos parientes directos hospitalizados.
Pero, además de las bajas, están los tres días con justificante, que unos usan con razones y otros, con cara dura. Hace años, se eliminaron esos tres días remunerados y se acabaron de un plumazo las jaquecas. Pagaron justos por pecadores y descubrimos en la cara de nuestras compañeras los estragos de la jaqueca, ese dolor de cabeza horroroso y ruin, que te taladra y te anula. Venían a trabajar con migraña y sus caras eran tremendas: la piel lustrosa se ajaba, la tez sonrosada se tornaba calcárea, magnolia, vainilla... El ojo que brillaba se volvía mate y el párpado caía.
Aquellos rostros desencajados nos impresionaron y la jaqueca dejó de tener la mala prensa de los pretextos, de los recursos para escaquearse. Cuando, afortunadamente, volvieron a pagarse esos tres primeros días de ausencia laboral, con el dinero regresó la cara dura. La jaqueca se universalizó entre los profesionales de las bajas y volvimos a dudar: «¿Es migraña o es cuento?». En 2023, las incapacidades laborales han batido récord y el Gobierno propone reformar la ley. Es lo malo de los necios, que siempre acaban provocando daños colaterales.
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