Soy de la generación del francés. En mi colegio de Cáceres, no había opción de inglés y en el de Zamora, donde acabé el Bachillerato, solo había dos estudiantes de inglés por clase. Solían ser chicas visionarias, así que, cosas de la época, si algún ... compañero cursaba inglés, lo tildábamos de mariquita. A las cadenas hoteleras, el afrancesamiento de la educación española hasta mediados de los 70 les importa una higa y el castellano, otra, así que las 'amenities' y 'toiletries' están etiquetadas en inglés.

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Hace unos días, me duché en un hotel con lo que creí era jabón, me extrañó que no hiciera espuma y, al acabar, descubrí que había usado una 'Hand & Body Lotion', que, parece ser, es la crema hidratante. Creo que debería haberme enjabonado con el contenido de un bote etiquetado como 'Shower Gel'. Cuando quise lavarme la mano, tuve que escoger entre el 'Hand Soap' y el 'Conditioner'. Por eliminación, escogí lo primero y acerté. Salí del baño y si deseaba llamar por teléfono, la información, en inglés; si quería tomar una infusión o un 'tea', estaban el 'green', el 'black', el 'chamomile' y el 'pennyroyal'. Había unas tarrinas de 'Kaffeesahn', que no eran de café, sino de leche y algo que sí entendí: un 'Dental Kit'.

Mi mujer, otra afrancesada, sostiene que las críticas de hoteles las escriben hombres anglófilos y nada prácticos que puntúan el desayuno, el vestíbulo, el colchón, el diseño, las vistas y la tele, pero no valoran que no haya bidet, que los armarios sean una barra con perchas, que las duchas parezcan pensadas para un ingeniero de sistemas, que las mesillas de noche no tengan cajones y que para ducharte no sepas si echarte 'hand', 'shower' o 'soap'.

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