Me gusta Broncano y no debería ser así porque no estoy en la franja de edad de su público, porque paso horas al día leyendo libros con contenido y artículos profundos y porque creo que el humor revoltoso ha de ser crítico con el poder ... y lo establecido. Sin embargo, tras diez años sin ver un 'Telediario' ni un programa completo de cualquier cadena generalista, ahora, cada noche, a las 21:30, acabo de cenar, recojo los platos y me siento frente al televisor con mi mujer para ver a Broncano, engrosando así dos estadísticas: la de quienes cambian la tele de pago por la tele en abierto y la de quienes vuelven a ver la tele en familia, como cuando el humor en TVE era cosa de Tip y Coll.

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Vi algún rato 'El hormiguero' en las visitas vespertinas a mi suegra, que vive enfrente y es una señora seria, pero no me interesó. No fue por cuestiones políticas, sino porque me parecía un programa previsible. Nada de lo que decían los entrevistados me sorprendía. Eran buena gente, el programa estaba y está bien hecho, es muy ágil y los guionistas son imaginativos, pero sé lo que va a pasar y lo que van a decir y no me atrae. Tampoco me atrae escuchar a políticos con poder desde Alfonso Guerra ni a entrenadores de fútbol desde Clemente. En cuanto los escucho, cambio de canal o de emisora.

Lo de Broncano es distinto. Nunca sabes qué va a pasar. Es como si pusieras un micro en el bar del Congreso o en un vestuario de fútbol. Una reunión de amigos achispados soltando ocurrencias imprevisibles. Los entrevistados se muestran como son, el otro día salió un rapero que en realidad no dijo nada y es un programa tan revoltoso como los de Tip y Coll: ni habla del Gobierno ni sucede nada razonable.

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