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Las mesas de boda son inciertas: te puede tocar con cualquiera. Repasas el panel que informa de su distribución y descubres que no conoces a la mitad de los comensales con quienes pasarás cuatro horas comiendo y bebiendo. Acabado el aperitivo, te apresuras para coger ... un buen sitio y te vas presentando a las parejas que te acompañarán durante el ágape nupcial. Suena después una música, entran en escena los novios, agitas las servilletas, ovacionas y comienza la comida. Todo transcurre por derroteros previsibles: «¿Tinto o blanco? No estaba mal el jamón. No olvides tomarte la pastilla. ¡Vaya otoño caluroso! El Madrid se sale con Bellingham...».

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larioja Esto de la amnistía