'El avaro', obra de Hendrik Gerritsz Pot. GALERÍA UFFIZI (FLORENCIA)

Aquella izquierda

«Nunca vi damas ingratas / a su gusto y afición, / que a las caras de un doblón / hacen sus caras baratas» || FRANCISCO DE QUEVEDO ('PODEROSO CABALLERO ES DON DINERO')

Jorge Alacid

Logroño

Domingo, 15 de noviembre 2020, 09:04

Decía Borges que su modelo de gobierno favorito era el suizo, porque en aquel recoleto país centroeuropeo «nadie sabe cómo se llama el presidente». Una idea digna de ser imitada en los territorios meridionales como España y pertinente en labios de un argentino que venía ... de sufrir a Perón, a su esposa Evita y a sus respectivos dones de la ubicuidad. Aunque trasplantada su ocurrencia a la escala española, puede concluirse que el mandatario que con mayor celo aspira a la invisibilidad, a que nadie conozca tampoco cómo se llama, es cada titular de Hacienda de cada Gobierno, del central al local, pasando por el autonómico. Se suele buscar para el puesto a alguien poco predispuesto para el escrutinio público, feliz en un barullo de carpetas, hojas excel y anotaciones contables, almas dichosas en cuanto la vida encalla en ese mundo de los trienios, el nivel 24, el grupo A y el resto de la trepidante prosa burocrática.

Publicidad

Alguien, por ejemplo, como el consejero Celso González, quien da muy bien ese perfil de alto funcionario diestro en el arte de que cuadren las cuentas sin hacer demasiado ruido. Alguien, sin embargo, que desde agosto ha ido acaparando un protagonismo superior al que se supone a todo mago de las cuentas públicas desde que ejerce como parapeto de su jefa Concha Andreu y reclama ahora todos los focos: el Presupuesto que lleva su firma se dispone a superar el trámite parlamentario fortalecido por una cruel paradoja. A la dramática coyuntura propia de los efectos de la pandemia se corresponde hoy un gasto superior, impropio en otros ejercicios. El déficit se tolera con una generosidad insólita, Moncloa paga la mitad de la cuenta y el dinero que jamás llegaba a los más oscuros rincones del sector público (atención primaria, por ejemplo) se prepara para derramar sus dones. De carambola, González huye de las tinieblas y huye de su papel habitual, el que distingue a todos sus pares: ser el jefe de la oposición para los demás consejeros. En Suiza no valdría como presidente, de acuerdo con Borges. En La Rioja tampoco se le permite ejercer como el avaro del Gobierno. De repente, se ha convertido en el tío Gilito.

Para que su felicidad sea completa, González deberá superar antes el escollo principal que le aguarda en el Legislativo: Henar Moreno. Ocurre que el voto de Raquel Romero se da por descontado (ella sí que vive feliz) y que hasta el PSOE ha tenido que aplacar el espíritu rebelde que se presumía luego de la defenestración de Francisco Ocón, puesto que a un Presupuesto tan generoso en el gasto es difícil ponerle alguna objeción. De modo que toda la estrategia del Palacete se dirige a vencer la resistencia de la diputada de IU, a quien se podría ofrecer de regalo para conquistar su apoyo la promesa de hacer realidad aquel viejo sueño del comunismo riojano: que el Parlamento rebaje al 3% el umbral de votos. Si lo rebasa en las próximas elecciones sin aliarse con Podemos, ya será cosa suya.

Pero semejante obsequio no dependerá sin embargo de González, cuya capacidad como guardián de la caja fuerte no llega tan lejos. El consejero se tiene que limitar a que cristalicen los anhelos de Moreno y los suyos en forma de más gasto social, que la izquierda suele traducir en más gasto en personal. Más sanitarios, más profesores, más funcionarios. Pero será también difícil que con un déficit presupuestario que puede llegar al 2,2% (el Estado cubre el 1,1%) quede desairada su señoría vicepresidenta del Parlamento. González hará su magia. Que reclama como primera medida desatender las quejas y amenazas de Moreno, puesto que forman parte de la teatralizada liturgia tan cara a toda negociación. Puede servirle de pista cuanto ocurre en la esfera nacional, donde se superpone a la tramitación del Presupuesto regional un trance parecido en el caso del proyecto que este PSOE de Pedro Sánchez somete al parecer de Unidas Podemos y todo lo que se mueva alrededor de Pablo Iglesias, incluyendo el apoyo de los republicanos catalanes y los herederos del brazo político de ETA, que tienen una curiosa manera de sentarse a la mesa de negociación: anunciando previamente su intención de destruirla. No podrá alegar Moncloa que no le hubieran avisado.

Publicidad

Esa inquietante deriva presidencial sirve no obstante como modelo para que el hechicero González y quien le asista en la negociación de su propio proyecto alcance la conclusión central, que se desprende sola: que cuando manejas el BOE o el BOR, incluso las posturas más alejadas encuentran un punto de aproximación. Por el camino, se pierden sin embargo valiosos atributos. Tal vez incluso cierta idea superior de la dignidad, como le reconviene estos días Albert Rivera a Inés Arrimadas (el tipo de receta que rechaza expedirse a sí mismo el viejo líder que se dio a la fuga). Pero se pierde también el valor supremo de la política como el territorio donde deberían prevalecer los principios y los valores, que no tendrían que estar sometidos a los vaivenes inherentes a una coyuntura concreta.

Obsérvese el caso reciente del otro integrante del ala sénior del Palacete. El consejero de Educación acaba de proclamar su conformidad con la decisión de retirar al español, ese bien que el Gobierno de La Rioja debería custodiar antes y mejor que el resto de sus pares, la condición de lengua vehicular en la red educativa. Lo justifica empleando el tipo de excusas sobrevenidas que descartan en quienes las formulan todo poder de convicción. Es todo más sencillo. Su partido depende de ERC en el Congreso y el catecismo del buen socialista obliga a cada militante y cada alto cargo a encogerse de hombros, mirar hacia otro lado y dar por buena esta ocurrencia que desaira la historia de su partido. Por un puñado de votos, el PSOE transige en Madrid (como ya hiciera antes aquel PP que hablaba catalán en la intimidad). Un trágala al que también se ofrece voluntario el Gobierno riojano, para los estupefactos ojos de quienes se sigan preguntando dónde fija sus prioridades el Palacete. O qué fue de la izquierda socialista que se confesaba jacobina. O para los tristes y asombrados ojos de quienes se hacen una pregunta aún más sencilla: qué fue de aquella izquierda.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

¡Oferta 136 Aniversario!

Publicidad