Investidura en el aire
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Unos votos a favor a cambio de promesas programáticas y algunas abstenciones serían el preludio de otra legislatura inestableLas pocas certezas que parecieron asomar con el escrutinio del 28-A sobre la probabilidad de que Pedro Sánchez continuara al frente del Gobierno y sobre la relativa facilidad con que el candidato socialista fuera a lograr los apoyos necesarios se han ido disipando según ... transcurrían las semanas hasta generar serias dudas sobre la investidura del actual presidente en funciones.
La nueva legislatura presenta en estos momentos el dibujo que ofrecieron los momentos posteriores a las generales de 2015 y 2016; con la agravante de que esta vez los partidos políticos cuentan con precedentes tan aleccionadores que resulta incomprensible cómo pueden atrincherarse en sus respectivas posiciones, sin considerar que ello afecta negativamente al país en su conjunto y que, además, desacredita seriamente a la política. La responsabilidad contraída por las distintas formaciones se reparte en proporción a los escaños que obtuvieron. Además, dado que el Rey encomendó a Pedro Sánchez presentarse a la investidura, al líder socialista corresponde realizar el mayor esfuerzo para dar inicio a la legislatura mediante la conformación de una mayoría parlamentaria que le respalde. Mayoría imposible de alcanzar apelando a la generosidad y a la altura de miras de los demás si Sánchez no comienza explicitando sus intenciones y señalando los socios con los que quisiera llevar adelante su mandato.
La reunión prevista entre la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, y el candidato propuesto para la investidura, Pedro Sánchez, para el martes 2 de julio permite suponer que ese día se fijará la fecha de tan crucial sesión parlamentaria. Pero sería un error que el candidato socialista la afrontara como baza disuasoria, para que los demás grupos se avengan a facilitar su elección por temor a la convocatoria de nuevos comicios. Si Sánchez renuncia a explorar más a fondo la posición de los otros partidos, o a restar importancia a lo que le han manifestado hasta el momento, aumentarán las posibilidades de que no resulte investido ni en primera ni en segunda votación.
Si el PSOE basa su impasibilidad negociadora en la estimación de que en caso de nuevas elecciones incrementará su ventaja sobre el resto, se estará equivocando gravemente al despreciar los efectos imprevisibles del desgaste compartido que ello supondría para el sistema de partidos. La pretensión socialista de adentrarse en la legislatura gobernando en minoría, gracias a unos votos a favor a cambio de promesas programáticas y a algunas abstenciones, es el preludio de una legislatura sometida a desencuentros y vaivenes que pueden abocar a la disolución de las Cortes a mitad de trayecto.
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