Qué cierto es que al contemplar algo no todos vemos lo mismo. La crisis humanitaria que se desatado producido en Ceuta lo demuestra. Mohamed VI gobierna un estado no democrático y ha inventado una estratagema para poner contra las cuerdas al estado democrático de España. Un desafío para el que, sin dudar, ha utilizado la desesperación de su propio pueblo. Ha lanzado a los más vulnerables a la aventura de perder la vida para tratar de ganar un futuro que él les niega. Todo le sirve para desafiar a su vecino. Los escrúpulos morales no son seña de identidad de las prácticas políticas de Mohamed VI. Su acción contra España utiliza propaganda de bajo coste porque las vidas de sus ciudadanos, más bien súbditos, le importan un pito igual que la pobreza que les empuja a huir de su propio país.

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Marruecos busca el reconocimiento internacional de su soberanía sobre el Sáhara Occidental, un territorio que la pasividad del gobierno de un general Franco moribundo le permitió ocupar contra la voluntad de los saharauis. Desde entonces explota todos sus recursos, incluidos los bancos de pesca. Desde que Trump reconoció esa soberanía, minutos antes de abandonar la Casa Blanca, era claro que algo iba a pasar. La ayuda médica prestada en Logroño al jefe del Frente Polisario ha sido la excusa para no soltar la presa. Un suma y sigue de tensiones desde 1975.

El martes, en plena crisis en el Tarajal, recibí varios mensajes contando que nuestra patria estaba siendo invadida, asaltados los comercios y las viviendas de Ceuta, forzados vehículos y colocadas banderas de Marruecos en los edificios. Asombrada acudí a internet pero solo encontré guardias civiles rescatando niños y adolescentes, voluntarios de la Cruz Roja prestando auxilio a jóvenes extenuados y a soldados ayudando a alcanzar la orilla a otros seres humanos ateridos de hipotermia. Nunca vi que los invasores tomaran la patria ajena sin más armas que sus sueños ni más material bélico que flotadores de juguete y bebés a la espalda. Nunca vi, ni en las películas, que los conquistadores fueran auxiliados por los conquistados para no morir en el intento de sobrevivir. Que cada cual vea lo que quiera, pero nunca vi una invasión como esta ni tanta maldad en quienes difunden mensajes que en vez de fortalecernos como nación nos debilitan ante la comunidad internacional. Nuestras fronteras y las de Europa siguen intactas y en la playa del Tarajal solo hay decepción y tristeza como en el resto de España que observa la ausencia de unidad política ante una bravuconada del rey de Marruecos. Solo reconfortan los gestos de humanidad que hemos visto como el del guardia civil salvando a un bebé. También pienso en esos niños que han regresado a casa y que contarán a sus nietos que un día nadaron hasta desfallecer buscando una esperanza.

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