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EDITORIAL ·
La única buena noticia del 'brexit' es que no es un ejemplo a seguir, sino todo lo contrario. Una temeridad que disuade a los Gobiernos que se distanciaban de BruselasLa Unión Europea suscribió ayer el acuerdo con el Reino Unido que entrará en vigor con el nuevo año. El 'brexit' se ha hecho realidad, finalmente, sin que los europeos de este lado del Canal de la Mancha debamos continuar lamentándonos por su sinrazón. Aunque ... haya motivos fundados para suponer que los británicos podrían hoy corregir en referéndum el rumbo que fijaron hace cuatro años; aunque resulte verosímil que muchos ciudadanos del Reino Unido acaben retractándose, en su fuero interno, de la ligereza con que se desentendieron de la UE. Del mismo modo que el 'brexit' se basó en falsedades respecto a la balanza de costes y beneficios que Gran Bretaña mantenía con el resto de la Unión, el Gobierno de Johnson parece más que decidido a defender las bondades de su empeño por restituir la independencia del país, aunque afecte negativamente a los intereses y aspiraciones de sus ciudadanos. La Europa de la Unión debe pasar página. De entrada, comprometiéndose los veintisiete a alcanzar el máximo de cohesión política e institucional. Para que las legítimas y justas demandas de cada socio europeo encuentren su lugar en la preeminencia de un proyecto común. El 'brexit' se enseñoreó a favor de corriente en 2016. Pero el dislate que supone desgajarse de la Unión, incluso en la situación pretendidamente más ventajosa, se ha vuelto aun mayor frente a la pandemia y sus efectos. Todavía más tras el recambio en la Casa Blanca. No hay margen para que el soberanismo británico pueda demostrar sus excelencias fuera de la UE. Y mucho menos para que los populismos a derecha e izquierda encuentren algún hueco al margen de la Europa de la Unión. La única buena noticia del 'brexit' es que no es un ejemplo a seguir, sino todo lo contrario. Es una temeridad que disuade a los Gobiernos que se distanciaban de Bruselas de amagar con algo semejante. Los términos del acuerdo suscrito ayer entre la UE y el Reino Unido no afectan únicamente a relaciones comerciales, atañen a la propia condición de ciudadanos. De ciudadanos del Reino Unido que hasta hoy lo han sido de la UE, y de ciudadanos del resto de la UE que se sentían en casa en el Reino Unido.
El acuerdo suscrito no lo cubre todo. Deberán transcurrir meses para que se identifiquen sus carencias concretas, y otros muchos más para que puedan evaluarse las consecuencias del 'brexit' sobre cada país y en cada sector de actividad. Consumada la ruptura en los términos del acuerdo inicial, las instituciones de la UE tienen la obligación de defender los intereses de cada uno de los veintisiete y de cada sector de actividad en la Unión, sin los miramientos que exigían las negociaciones previas. Aunque, al mismo tiempo, ha de reconocerse que la consumación del 'brexit' insta a que empresas, profesionales e instituciones regresen a mínimos de realidad. La firma del acuerdo definitivo de desenganche del Reino Unido respecto a la Unión Europea abre paso a capítulos que deberán afrontarse sin demasiadas salvaguardas. Es el caso inaprensible del sistema financiero, el de los productos agrícolas, o el de los servicios profesionales. Pero sobre todo queda en duda el futuro de las compañías de pesca, que precisan algo más de cinco años de margen para reciclar sus artes y embarcaciones hasta situarlas en condiciones de competitividad sostenible, frente a la eventualidad de que no puedan contar con parte de sus caladeros tradicionales si han de conseguir el plácet de Londres cada año.
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