El fallecimiento de Ruth Joan Bader Ginsburg, jueza de la Corte Suprema de Estados Unidos, ha dado un inesperado giro a la carrera presidencial que culmina en los comicios del 3 de noviembre. La significación de su personalidad progresista e igualitarista entre los nueve miembros del más alto tribunal estadounidense, que cuentan con un mandato vitalicio, llevó ayer al presidente Donald Trump a mostrar su intención inquebrantable de nombrar ya a quien la sustituya, urgiendo al Senado a que se disponga a tramitar el relevo. Era impensable que Trump no aprovechase la oportunidad de inclinar ideológicamente aún más hacia el lado conservador la Corte Suprema, sin esperar al escrutinio de noviembre. La más alta instancia judicial de EE UU cuenta con nueve miembros, de los cuales hay cinco conservadores y, hasta ahora, cuatro progresistas. Que Trump tuviera tal gesto de elegancia política resulta imposible en medio de una liza electoral que el candidato republicano necesita polarizar al máximo. Por lo que tampoco parece probable que opte por una figura moderada o poco propicia a la controversia. Aunque solo esto último podría contribuir a que la división política que vive el país se atenuara.
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