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Al sol y a mí nos despierta hacia las ocho el repiqueteo de los pies de la vecina escaleras abajo. El pelo delicadamente blanco revolotea en ondas, alas de gaviota en caída libre, sin que los sarmientos de sus dedos rocen las barandillas. Ya remontados ... los setenta, se desliza desde el octavo como un gamo desciende La Demanda. Así será pronto Christine Lagarde, la jefaza del BCE, que sigue subiendo y bajando los tipos de interés de la pela europea y amedrentando los déficits.
Más altas miras exhibe Betty Goedhart, ochentona de doble ocho, que eleva el esplendor de la senectud al Guiness de los récords como la trapecista más anciana del mundo. Salta y brinca con obsceno menosprecio a los corrales de la edad: «Cuando haces lo que te encanta, eres joven».
P'a que yo rejuvenezca me ha adoptado una temporadita como hermana menor. Qué chollo, cada vez que suelta la cuerda me inflo a bidones de tila. Se lo advierto: «me vas a matar». «Si la que vuela soy yo», retoliquea. Somos almas gemelas en cuerpos antónimos. A las dos nos gusta el circo. Yo fui adicta a columpios, toboganes y trineos. Del trineo de plástico en las primeras nieves, sin salvaculeras, tatuaje lagarterano garantizado, a la revolución del trineo de madera. Qué maravilla. Se deslizaba por las pendientes como zorro plateado. Su servofreno 10G adosado a los laterales, dos listones sujetos con tornillos bailarines, paraba en seco ante cualquier imprevisto. Boca abajo, claro. Yo clavaba con el brío del susto la cuña en la nieve y habitáculo y habitanta volábamos en salto mortal, doble o triple. «A ver si mejoras eso, Betty».
Ni flores. Ella es de trapecios. Prefiere seguir jugándose el moño a vivir tumbada en su bartola californiana, aquí a la vuelta de la esquina atlántica. Que vaya, me dice, que aprenda, es fácil. Sobre todo su «razzle-dazzle», técnica de autoayuda sin opción a depres: amarras el palito, saltas desde la plataforma, das la vuelta en la barra, un meneo pa'lante, otro p'atrás, te sueltas, das otra vuelta en la nube y caes en la red como una pluma. Tirao.
Que probemos, nos dice La Betty a la vecina, a mí, a la Lagarta, a las carrozas y carrozos de sendas quintas y hasta al tribuno romano Catón el Viejo, protagonista del superventas 'De Senectute', de Marco Tulio Cicerón. Este Viejo, sano, fuerte, forrado de sextercios, desde dos mil años de distancia se burla de nuestras quejas y pamplinas por el tiempo que huye. Qué insensatez, con lo que enriquece tragar años. Ahí, ahí le ha dao, ni viejas ni viejos ni mayores ni mayoras ni tercerones, simplemente insensatos. Sobrada y esplendorosamente insensatos. Qué buen influenciador sería si le abrieran las redes sociales del Imserso.
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