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La ministra de Transición Ecológica le ha pedido «empatía» a las compañías eléctricas –con un par–, que no le hacen ni caso, ocupadas como andan en atracar al ciudadano, en estrujarle la cuenta corriente mientras el Gobierno de la cándida Ribera procastina lo que puede ... y hace como que va, pero sin querer de ir verdad no vaya a ser que se desengrasen los goznes de las puertas giratorias y se atranque esa especie de giroscopio mágico que tantas satisfacciones viene repartiendo en la hora de la prejubilación de la élite política. O la ministra vive en los mundos de Yupi o carga de razones y hace extensible al infinito de los cargos públicos la admonición de Raquel Romero, ayer, a sus colegas para que «dejen de hacer el ridículo y empiecen a ganarse el sueldo» –con otro par–. Que mucho jeta es lo que hay, le faltó proponer a la infatigable y diligente consejera. Aunque Romero reclamando al personal que empiece a trabajar no deja de ser el paradigma de la inoportunidad y de la falta de congruencia. Y tan ridículo como una ministra rogando empatía a las eléctricas.
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