EL INJERTO

El enólogo en la Escuela de Enología había recibido lecciones que el profesor había conocido en Burdeos. Pero no se hizo comparación ambiental (volúmenes, temperaturas, materiales, etc.) y por ello el profesor tenía cierta responsabilidad.

Cuando iniciamos la vida profesional y recorrimos zonas, comprobamos que en todas existía un enólogo experimentado y que, decían, «lleva» muchas cooperativas y, en ámbitos académicos, se decía que era un «practicón». Casi despectivamente y evidentemente, injustamente, pues con pocos medios había logrado vinos aceptados por el mercado. Y recordamos que en alguna de estas comarcas inició su andadura algún catedrático con fracaso.

Esos enólogos «practicones» poseían algo de la raíz de la zona que le imponía mesura dentro de su actuación hacia lo mejor. Conocimos muchos y tuvimos que sentirles respeto por hacer una labor dura sin apenas medios y con retribución corta.

Esto nos ha hecho pensar mucho sobre los conceptos de ruralidad, «maquetos», «paletos» y «palurdos», generalmente gentes del interior.

Recientemente, estudiando los resultados del informe PISA, observamos que en las regiones periféricas los chicos de la costa son peores estudiantes que los del interior. Y es que el turismo que parece lo salva todo, no sirve para «hincar los codos» y explica el valor de la vida interior en el individuo y en las regiones. Por tales resultados debemos revisar nuestra actitud ante los que creíamos atrasados culturalmente.

Por esta misma razón, la solución para la España abandonada no es la superposición científica sino el injerto novedoso sobre una ciencia telúrica de las raíces que debemos reconocer.