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La expresión 'arqueología industrial' es un concepto que surgió por primera vez en 1955 a raíz de la publicación de un artículo titulado del mismo modo y firmado por Michael Rix. Algunos años después, este mismo autor señaló que la finalidad de esta novísima disciplina ... era «documentar, proteger e interpretar las localizaciones y las estructuras de la actividad industrial y, sobre todo, de las relacionadas con la Revolución Industrial». Pues bien, el patrimonio vinculado a la industria que sobrevive o sobrevivía en La Rioja constituye otra de las oportunidades perdidas, otro de los olvidos imperdonables de los encargados de salvaguardar y proteger el bien común, de los que supuestamente deberían defenderlo.
La ignorancia, la desidia, la estrechez de miras o la combinación de todos estos factores han provocado que buena parte de esta clase de elementos hayan desaparecido a lo largo de los últimos cincuenta años. Su destrucción se ha llevado a cabo con total impunidad y, lo que es más grave, gratuitamente, con el fin de deshacerse de unas supuestas ruinas, de unas instalaciones que estorbaban o que carecían de valor crematístico. De ese modo se han dilapidado recursos culturales e históricos que, si las circunstancias hubieran sido distintas, habrían sido capaces de atraer la atención de numerosos visitantes sobre todo ahora que todos los pueblos luchan denodadamente por recrear o inventar actividades y estímulos capaces de captar su interés. Este tipo de edificaciones, de haberse preservado, hubiese permitido visualizar y recrear las actividades fabriles o artesanales que alimentaron la economía de esta región durante los siglos XVIII, XIX y XX: fábricas de luz, lavaderos de lana, telares y batanes, caleras, talleres alfareros, ferrerías de montaña, fraguas y herrerías, hornos altos, molinos hidráulicos o de sangre, curtidurías, instalaciones y yacimientos mineros, tejeras, mataderos, trujales, aserraderos y carpinterías, alcoholeras, industrias conserveras, madereras o textiles... Lamentablemente, no ha sido así. Las pocas muestras que sobreviven son meramente testimoniales, un pobre reflejo del entramado económico existente en el pasado, y su conservación es fruto del azar y no de la planificación o de una política en pos de la conservación y protección de los testimonios del pasado.
* Íñigo Jauregui imparte la conferencia 'Patrimonio industrial en el valle de Ezcaray: una asignatura pendiente', el sábado 28 de octubre, a las 10 h., en la Casa de Cultura de Santurde de Rioja, en el marco de las 'Jornadas del Oja. Otoño 2023'
Sin embargo, no todo está perdido. Todavía estamos a tiempo de salvar una fracción del ingente patrimonio que una vez hubo. El lugar idóneo para emprender este proyecto –que nadie se ofenda– es el Alto Oja, el Valle de Ezcaray y los pueblos limítrofes. La elección de este emplazamiento no es casual, ni arbitraria; obedece a hechos o antecedentes históricos contrastables como los que figuran en el Censo Industrial de la Provincia de Logroño de 1915. Según este registro, Ezcaray contaba en esas fechas con 11 empresas que daban empleo a 94 trabajadores; Ojacastro con 5 y 15 empleados y Valgañón con 3 y 13, respectivamente. Pero, además, Ezcaray presume desde 1998 de ser la «primera villa turística de La Rioja», la más visitada de toda la comunidad. Su éxito o potencial turístico ha obedecido, en buena parte, a la existencia de una estación de esquí en sus inmediaciones, pero todo parece indicar que el monocultivo de la nieve tiene los días contados a consecuencia del inevitable cambio climático. Por consiguiente, es urgente hallar una alternativa con el fin de que los actuales y futuros visitantes sigan teniendo motivos o alicientes para acudir a este u otros pueblos de la comarca. Finalmente, el Alto Oja reúne decenas de elementos arqueológicos de esta naturaleza. La concentración, representatividad y diversidad de estos es superior a la existente en otras comarcas que también se precian de poseer un legado similar. Y es que esta comarca fue testigo a lo largo de los últimos siglos del desarrollo y crecimiento de tres sectores industriales que, a pesar de sus diferencias, estuvieron íntimamente relacionados porque, básicamente, el número de empresarios y emprendedores era tan limitado que los especializados en una industria no desaprovechaban la oportunidad de invertir en los sectores rivales. Me refiriero, principalmente, a los sectores textil, minero–metalúrgico y energético (hidraúlico), sin descartar otras posibilidades como el maderero o el del transporte.
La primera tarea a la hora de desarrollar este plan consistiría en realizar una carta arqueológica, un inventario exhaustivo de los bienes existentes que contuviera su descripción, naturaleza y estado de conservación. Tras este catálogo imprescindible, se debería diseñar un plan de actuación y recuperación para actuar sobre los elementos más vulnerables, valiosos o dignos de conservación y, a continuación, vendría todo lo demás: creación de figuras administrativas, divulgación, documentación, puesta en valor, diseño de itinerarios, musealización, centro de interpretación, etc. La apuesta por este proyecto no solamente contribuiría a incrementar la oferta turística de la comarca atrayendo nuevos visitantes, sino que, además, tendría un coste económico y un impacto medioambiental mucho menor que otras alternativas. Sin olvidar la posibilidad de formar parte de la Ruta Europea de Patrimonio Industrial (ERIH) que vela por la preservación de esta clase legado a lo largo y ancho de 27 países europeos a través de 16 rutas temáticas y 2.200 enclaves de toda índole. Ya está escrito, ahora toca actuar.
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