Secciones
Servicios
Destacamos
Cada vez que me siento ante la pantalla del ordenador para redactar esta u otras columnas semejantes lo hago con la intención de que el resultado de este esfuerzo sea lo suficientemente ameno y ligero como para atraer la atención o la curiosidad de los ... lectores. Para lograr cualquiera de los propósitos que acabo de mencionar suelo rebuscar en mi pasado, en los recortes de prensa que se acumulan en mi escritorio o en los borradores que he ido armando y guardando en una carpeta con el fin de hallar una ocurrencia o un argumento que, como suele decirse, se deje querer o tenga la capacidad de convertirse en hilo conductor y motivo principal de una disertación de 2.900 caracteres, espacios incluidos.
Tras este primer cribado, la fórmula más sencilla de solventar la cuestión del, llamémosle, desarrollo sería apelar o buscar vínculos, relaciones y paralelismos en la actualidad social y política, en el calor generado por la inmediatez, el día a día y lo cotidiano. Sin embargo, ese, como ya deberían saber, no es mi caso. Puestos a elegir, he preferido poner tierra de por medio y alejarme de las trincheras, la crispación y las profecías apocalípticas con las que, de tanto en tanto, nos azuzan algunos columnistas. ¿Cómo?, se preguntarán algunos, pues intentando alejarme de los caminos e ideas trilladas, de los tópicos, convencionalismos y lugares comunes. Ésa es, al menos en teoría, la agenda que guía cada una de las incursiones que ejecuto en el espacio, la página y el periódico que usted, lector, sostiene en sus manos.
Sí, esa es la teoría porque en la práctica no pasa de ser un mero desiderátum, pura vanidad. En mi fuero interno tengo el convencimiento de que el repertorio de emociones, experiencias e ideas que los seres humanos albergamos y, por consiguiente, nos es dado expresar es limitado. El abecedario íntimo que ocultamos en las sentinas de nuestra alma es el que es y siempre es el mismo, sin importar ni el tiempo ni el espacio en el que nos haya tocado vivir. De modo que es metafísicamente imposible que, a estas alturas de la historia, alguien tenga la capacidad de ser ingenioso u original en los contenidos o en el tratamiento y expresión literaria de este tipo de materiales. Nuestros sentimientos y los de nuestros semejantes son finitos, no dan para tanto y se repiten insistentemente generación tras generación porque su existencia tal vez sea fruto de las presiones evolutivas y de la selección natural. De modo que, al escribir acerca de ellos, deberíamos reconocer que no somos los primeros ni seremos los últimos en hacerlo con esas mismas u otras palabras, en ese u otro idioma; que, dentro de ese ámbito, todo está escrito y que basta consultar a los clásicos griegos y romanos para darse cuenta de la futilidad y arrogancia de ese adanismo que nos lleva a afirmar que nosotros y nuestros coetáneos somos, una vez más, excepcionales.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Carnero a Puente: «Antes atascaba Valladolid y ahora retrasa trenes y pierde vuelos»
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.